Hoy recordamos con orgullo que hace 63 años fue inaugurado el Puente Sobre El Lago “Rafael Urdaneta”. Su construcción comenzó el miércoles 29 de abril de 1959, cuando Rómulo Betancourt apenas llevaba noventa días gobernando el país.
Tres años después, el viernes 24 de agosto de 1962, Betancourt regresó para inaugurar esta majestuosa obra junto al gobernador del Zulia, Luis Vera Gómez, en medio de una algarabía que hizo retumbar todas las orillas del lago.
Hoy, cuando cruzamos el Puente, debemos saber que su punto más alto está a 92,50 metros sobre el nivel del mar, con una altura libre para la navegación de 45 metros, permitiendo el paso de embarcaciones de hasta 60.000 toneladas por canales de 17,40 metros de ancho. Con una longitud total de 8.700 metros entre Maracaibo y La Rita, el puente sigue siendo la arteria vial más importante del occidente venezolano.
Recientemente, las nuevas autoridades regionales anunciaron un mantenimiento mayor: 14 tensores serán reemplazados en las pilas 21, 23, 24 y 25, y otros 24 recibirán atención preventiva. Este “cariñito” a las Guayas del Puente busca preservar la infraestructura que, más allá del concreto y el acero, representa el compromiso del Estado con el bienestar ciudadano.
Pero hoy, en contraste con aquel esplendor y compromiso, nos encontramos con la desidia que ha marcado otras grandes obras del Estado venezolano. Inversiones que han quedado en el olvido o inconclusas, dejando un sentimiento de frustración como el Puente Nigales, el Ferrocarril Puerto Cabello - La Encrucijada, el Puente sobre el Río Orinoco y ni hablar del Metro Guarenas-Guatire y el Tren Tinaco-Anaco.
El futuro de Venezuela pasa por recuperar esa visión de Estado que no solo construye puentes físicos, sino también puentes de confianza y desarrollo para sus ciudadanos.
Que esta renovación del Puente Sobre El Lago no sea solo física, sino también un llamado a retomar el espíritu transformador que hizo posible esta maravilla.
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