Tanto el título de ese libro, como la ubicación política del prologuista, mantienen concordancia con el que ahora nos toca presentar: “Crónicas polarizantes”. En ambos subyace una voluntad crítica y rebelde, y un perceptible temor a ser juzgado como apóstata o renegado de las luchas que nos han hermanado durante varias décadas, en escenarios muy parecidos, entre personajes de honda huella en nuestras vivencias, y también de otros, de titubeantes procederes, manifiestas deslealtades y pragmáticas maneras de acceder al poder a riesgo de mancillar principios, vulnerar amistades y desdecir de un pasado honorable.
Tres cualidades destacan en esta obra de Douglas Zabala, una, la memoria, la capacidad de reconstruir cuatro décadas de militancia con precisiones asombrosas en relación con nombres, seudónimos, lugares y circunstancias que se entretejen para dar cuerpo a la crónica de una época muy cercana e importante del acontecer político, y en particular, de las contradicciones de la izquierda venezolana; otra, la perseverancia y la tenacidad de Zabala, que lo mueve en ocasiones del rol de autor al de personaje de las crónicas, confiriéndole rasgos autobiográficos y unidad emotiva a la compilación, con matices épicos que expresan la nobleza de un camarada ejemplar, quien ha demostrado con su vida que el primer compromiso de un revolucionario es con la revolución misma y no con aparatos esclerotizados o de oportunista inmediatismo, que buscan satisfacer las ambiciones de jefes intrascendentes o relumbrones de parasitaria vocación burocrática, cuyos nombres es innecesario citar, en este momento de crisis del chavismo, tan nutrido desde sus inicios, por las tesis del PRV, partido al cual entregara el autor lo mejor de su juventud, de su primera profesión de técnico químico, y de incansable correo que recorriera al país de cabo a rabo, hasta obtener el celebrado seudónimo de Marco Polo, tan eficiente en sus tareas, como simpático en su humor y sus salidas inesperadas de cuadro cuestionador, que tuviera en una ocasión el imperdonable atrevimiento de exigirle al omnipotente Fausto, una auditoría de las finanzas del partido, de las cuales, junto a Daniel Buitrago , Elégido Sibada, El Treco, Renán, Rogelio Castillo, El Chino Daza, El Curro Zamora, Pepeillo, y otros combatientes, fuera un abnegado y valiente proveedor. Esa osadía le costó más tarde su expulsión, por decisión de nuestro juez común, el Fouché de Ejido, de un aparatico creado para su uso particular: La Tendencia Revolucionaria.
Gracias a esa inconsecuencia, por parte del divisionista proveniente del PRV, el hiperactivo Marco Polo, el personaje que se esconde y se asoma , a veces burlón, a veces caústico o severo, en esas sus crónicas, que por subjetivas no pierden interés histórico, dados los aportes al develamiento de algunas experiencias de nuestra contemporaneidad, se convierte en memorialista de una guerra que como todas ha estado perdida desde el principio, pero que como todas, marca el carácter de una sociedad, delínea los valores de una patria y define la espiritualidad de un pueblo que es solidario, combativo y de una altivez poco cónsona con la adulancia y la sumisión.
Y la tercera de las más notorias cualidades de este libro, es la decisión del Dr. Douglas Zabala, de expresar su pensamiento en alta voz, aún cuando en algunos momentos parezca contradictorio, y su voluntad de hacer lo que se le ocurre ante el hecho electoral o la militancia política, con el aval que le otorgan su experiencia personal y su amor por el colectivo. Admirable el paso de romper el miedo a ser acusado de traidor, por quienes se creen propietarios de un proceso que hace tiempo perdió perfiles de revolución, para convertirse en un lenguaje populista, hueco, personalista y autoritario; en un capitalismo de Estado y en un caos social más dependiente que antes no sólo del imperio norteamericano sino de otros también inmersos en la voracidad del neoliberalismo.
Tito Núñez Silva
Centro de Investigaciones “Dr Pedro Duno”, Paso Real, Municipio Jiménez, Estado Lara.
