Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

27.11.25

BARALT EN LA RAE Por Douglas Zabala

 


“Mi veneración a la Academia Española data de los primeros años de mi existencia, y vive unida en mí a los recuerdos de aquella edad en que el ánimo y la inteligencia reciben a modo de tierra virgen la semilla de los afectos que difícilmente se borran, de las pasiones que tarde se apagan y de las ideas que jamás se olvidan”.

De esta forma el 27 de noviembre de 1853, la Real Academia Española (RAE) vivió aquel momento histórico de cuando Rafael María Baralt, un venezolano nacido en los albores de la independencia, pronunció su discurso de incorporación. 

No era cualquier discurso rutinario para el ingreso de un miembro más a la Academia; era la consagración del primer hispanoamericano en convertirse en Miembro de Número de ese altar de la lengua española. 

En ese instante se estaba produciendo un hecho cargado de profundo simbolismo político y cultural. Baralt tituló su intervención "Discurso sobre la necesidad de estudiar la lengua castellana como instrumento de nuestra regeneración social y política". 

Lejos de ser una mera disertación filológica, fue un brillante ensayo político. Argumentó que el caos por colonial en Hispanoamérica solo podía superarse mediante el cultivo riguroso del idioma. 

Para él la lengua era, en esencia, la herramienta para construir la República.

Su discurso fue también un canto a la unidad. En un momento de fragmentación política, proclamó al español como el lazo indestructible que unía a todas las naciones surgidas del antiguo imperio. Su propio ingreso a la RAE era la prueba viviente de que la patria era, ante todo, la lengua común.

La incorporación de Baralt fue mucho más que un reconocimiento personal. Fue la voluntad de España que veía en la palabra el instrumento supremo de orden, progreso y unión. No en balde Baralt en una parte de su discurso señaló:

“Si el espíritu moderno tiene, como creo, un sentido exacto y susceptible de aplicación a la vida real, el problema, que cada pueblo de por sí debe resolver, consiste en apropiarse la civilización universal sin salir de su propio carácter y límites morales; más claro, en ser cosmopolita sin dejar de ser indígena y patriota”.

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