El estado Zulia, y en particular su capital, Maracaibo, se enfrenta a una realidad socioeconómica dual donde las medidas gubernamentales se enfocan en paliativos locales, mientras que los desafíos estructurales a nivel nacional persisten.
Por Joaquín Chaparro Oliveros.
La política social y laboral está marcada por una intensa conflictividad. El principal motor de las protestas silenciosas es el bajo poder adquisitivo de los salarios, cuyo valor real ha sido prácticamente pulverizado, y que no logran cubrir el costo de vida dolarizado. Los trabajadores de diversos sectores siguen exigiendo mejoras salariales y el cumplimiento de derechos laborales fundamentales.
La política de gestión pública se enfoca en atender el colapso de los servicios, lo cual tiene un impacto directo en la vida social y económica: Continúan las fallas críticas en el suministro de agua potable, gas doméstico, recolección de la basura y electricidad, lo que obliga a las autoridades locales a enfocar recursos en la reparación y sustitución de colectores de aguas servidas y el Plan de Asfaltado, como se ha visto en proyectos recientes.
Se observan esfuerzos puntuales en programas viales y de alumbrado público, lo cual es parte de la política de respuesta a la demanda social de habitabilidad y movilidad urbana.
Desde una perspectiva económica general, a nivel central persiste la ausencia de un marco macroeconómico coherente y de una planificación integral que logre estabilizar la economía a corto y mediano plazo.
A pesar de la narrativa de reactivación y los signos de mejoría en ciertos sectores, los indicadores clave en seguridad alimentaria y condiciones de vida continúan registrando niveles de "Estrés" (IPC Fase 2). Esto, en lenguaje del ciudadano, significa que si bien las familias logran tener la comida mínima, no tienen ni para medicinas, ni para ropa, ni para reparar la casa sin endeudarse o vender lo poco que les queda.
Esta divergencia es una clara señal de que las políticas de ajuste aplicadas no han logrado generar un bienestar social amplio, sostenible ni equitativo para la mayoría de la población. La responsabilidad recae en la necesidad de un programa nacional que aborde la crisis estructural con seriedad y efectividad.
Dentro de este enfoque Local vs. Nacional, la reactivación económica en la región, muchas veces impulsada por el sector privado y las remesas, se ve constantemente frenada por la inestabilidad de los servicios públicos y la falta de un marco regulatorio y financiero coherente a nivel central.
El Zulia sigue siendo el gran comodín, mientras todo se concentra en Caracas.
Una frase terminal que captura el sentimiento social actual en Maracaibo, dada la situación de servicios básicos y la necesidad de una gestión local más comprometida con el ciudadano de a pie:
"En Maracaibo y el Zulia, la esperanza ya no es solo política, es que llegue el agua, nos recojan la basura, que no se vaya la energía eléctrica y que no nos falte la comida en la mesa todos los días."
DC / Abogado Joaquín Chaparro Oliveros / Demócrata Cristiano.&

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