Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

27.12.25

¿Un cisne negro en las Américas: el colapso imprevisible que acecha?


Desde hace meses, las fuerzas norteamericanas, siguiendo instrucciones del presidente Trump, patrullan los aires y mares del Caribe. Sus naves interceptan buques tanqueros que entran o salen de Venezuela, mientras los formidables aviones circundan el espacio aéreo venezolano, dando a entender —más allá de la declaratoria de guerra contra el narcotráfico— que esas operaciones forman parte de la ejecución de National Security Strategy of the United States of America (Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos), a la que me referí en una entrega anterior en El Nacional.

Dicha estrategia plantea una interrogante: ¿acaso estas maniobras anuncian la llegada de un cisne negro, como un moderno San Juan Bautista que anticipa cambios inminentes en las Américas?

Históricamente, en la Antigüedad —es decir, hace unos dos mil años—, todos creían que los cisnes eran solo blancos, porque nunca habían visto otros de distinto color. Pero en 1697, un equipo de exploradores holandeses, comandado por Willem de Vlamingh, durante una expedición en Australia occidental, avistó por primera vez cisnes negros. Este descubrimiento demostró que la experiencia cotidiana —lo que hasta entonces se había visto— no siempre predice el futuro: pueden aparecer sorpresas raras e inesperadas que lo cambian todo.

A partir de esa premisa, Nassim Nicholas Taleb —famoso por su estudio de los riesgos súbitos e impredecibles en finanzas, filosofía y la vida cotidiana— formuló la “teoría del cisne negro” en su obra del mismo nombre. En ella distingue, entre acontecimientos extremos y de alto impacto (raros, pero capaces de alterar todo un sistema) y las predicciones convencionales que descansan en modelos donde lo extraordinario casi nunca sucede.

Conforme a la propuesta de Taleb, el cisne negro permite entender los sucesos repentinos e improbables que transforman el curso de la historia, desde crisis económicas hasta rupturas políticas. En palabras simples, describe un evento que parece imposible según el conocimiento y la experiencia común, pero que provoca consecuencias tan desproporcionadas que obligan a replantear cómo entendemos la realidad y, en política, los paradigmas sobre los que creemos que el poder se sostiene (ese régimen es eterno, el sistema no caerá).

La teoría del cisne negro, por tanto, invita a reconocer que el conocimiento humano tiene límites. Siempre hay una parte del futuro oscura e impredecible, por más datos o modelos que utilicemos. Por eso, resulta peligroso aferrarse con ansiedad a predicciones o pronósticos que prometen certezas absolutas.

Desde la óptica política, los cisnes negros pueden entenderse como eventos extremos e imprevisibles que derriban ideas dominantes y reconfiguran el orden global. Ejemplos emblemáticos fueron la caída del Muro de Berlín en 1989 —un hecho que nadie anticipó y que acabó de forma súbita con el comunismo en Europa del Este— o los ataques del 11 septiembre en 2001, cuando terroristas estrellaron aviones contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono, transformando aeropuertos (la creación de la Transportation Security Administration, TSA, y sus controles interminables), guerras (las invasiones de Afganistán e Irak, con billones de dólares gastados) y enemigos (del bloque soviético al terrorismo global, con políticas de vigilancia masiva como laUSA PATRIOT Act).

A la luz de esta reflexión, más que confiar en modelos predictivos, cabe pensar —con Taleb— que un colapso imprevisible podría estar gestándose en las Américas. Ese cisne negro podría manifestarse como un punto de quiebre histórico: un hecho inesperado capaz de derrumbar el poder autoritario y propiciar la reconstrucción del Estado de Derecho, donde las instituciones han sido estranguladas y los derechos humanos brillan por su ausencia.

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