Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 18 de marzo de 2024

Ricardo Combellas: Los tres nudos de la transición



Nudo: Lazo que se estrecha y cierra de modo que con dificultad se puede soltar por sí solo, y que cuanto más se tira de cualquiera de los dos cabos, más se aprieta.  DRAE.

La transición de un régimen autoritario a un régimen democrático, el querer de la inmensa mayoría de los venezolanos, es la conclusión natural del deseo de un triunfo electoral que nos abra las puertas al cambio político. No es una tarea sencilla, pues su operatividad implica deshacer nudos que en vez de aflojarse, se han venido endureciendo todos estos años de vigencia del régimen autoritario de la V República. Intentaré a continuación señalar cuáles son esos nudos, condición necesaria en mi opinión para avanzar en el propósito antes indicado.

1. La imperativa norma de la negociación. Hay que negociar, perseverar en la negociación, en función de generar las normas, propósitos y objetivos que canalicen el cambio político. Hay alternativas a la negociación, pero su costo es elevado y sus consecuencias en sangre y violencia abren unas heridas que luego se tornan difíciles de cerrar. El nudo está en la actitud del régimen sobre la negociación. No respeta las reglas pautadas, actúa de mala fe y termina imponiendo su voluntad avasallante sobre unas decisiones que terminan dificultando cuando no impidiendo el progreso de la negociación.

2. Comparto el punto de vista que señala que tanto el marco de la negociación como su hoja de ruta debe ser la Constitución. Y no solo porque la Constitución es la norma suprema del Estado sino también y primeramente, dado que nuestra Ley Superior goza de una legitimidad democrática indiscutible, porque ella ofrece las pautas claras que  ayudan a transitar el camino de un poder dictatorial a un poder regido por el Estado de derecho. La experiencia comparada de las transiciones políticas nos revela las dificultades de un cambio sin Constitución, a diferencia de un cambio de un núcleo duro, como es el caso nuestro de poseer una Constitución legítima. Dos nudos dificultan ese propósito: de parte del régimen su peculiar interpretación de nuestra Ley Fundamental de acuerdo con su visión e intereses del poder; pero también de parte de sectores de la oposición que han comenzado a proponer una asamblea constituyente que sea borrón y cuenta nueva y que posea poderes originarios para radicalmente desplazar las instituciones de la V Republica, con desprecio a su base de legitimidad en el texto de 1999.

3. Seguramente el nudo más difícil de desatar en la transición sea el de superar la dialéctica de la confrontación  que se ha erigido en una pesada loza cultural en los veinticinco años del régimen de la V República, y su sustitución progresiva por una dialéctica de la reconciliación. Si no se logra este nuevo clima con la transición el país no cicatrizará sus heridas, por el contrario, aparecerán nuevas y más profundas, con la consecuencia muy peligrosa de que la violencia y el terror terminarán, ¡no sabemos hasta cuándo!, apoderándose de nuestra vida, ahora más incivilizada y miserable que nunca.

Concluyo estas consideraciones con una larga cita que hago mía de Manuel Azaña, el dirigente de la Segunda República española, un hombre de razón y paz, tomada de una declaración emitida en Valencia el 18 de julio de 1937:

Ninguna política se puede fundar en la decisión de exterminar al adversario; no solo –y ya es mucho- porque es una abominación, sino porque, además, es materialmente irrealizable; y la sangre injustamente vertida por el odio, con propósito de exterminio, renace y retoña y fructifica en frutos de maldición; maldición, no sobre los que la derramaron, desgraciadamente, sino sobre el propio país que la ha absorbido para colmo de la desventura.

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