La devoción por San Benito de Palermo, el Santo negro hijo de esclavos liberados en la Sicilia del siglo XVI, trascendió el océano con la diáspora africana.
En Venezuela, esta veneración encontró su corazón más fervoroso en el estado Zulia, donde se sincretizó con tradiciones africanas y el fervor popular, dando origen a expresiones únicas en pueblos como Cabimas, Bobures y Santa Lucía.
En el Zulia, la devoción se desarrolló con singular fuerza porque el santo encarnó la fe de las comunidades afrodescendientes de la costa del Lago de Maracaibo, convirtiéndose en un patrono cercano y protector. Sus fiestas, más que un acto religioso, son una reafirmación cultural donde el tambor, el baile y el color son lenguaje de fe.
Cada 27 de diciembre, Cabimas se viste de fiesta. Una procesión masiva inunda las calles al ritmo de los chimbángueles, mientras fieles bailan para agradecer favores y pedir bendiciones a su Patrono. Es una explosión de alegría popular donde lo sagrado y lo festivo se funden.
Pero es en Bobures donde la celebración alcanza su máxima intensidad. Del 27 de diciembre al 6 de enero, miles de vasallos con rostros pintados de negro y trajes coloridos danzan en un ritual de fe implacable y gozoso, especialmente los días 29 de diciembre y 1° de enero. Honran al "Santo Negro", patrón de los negros y mulatos, en una tradición que es puro fervor colectivo.
Mientras, en nuestro Barrio Santa Lucía, la tradición cuenta que una vecina, María Chiquinquirá Chaparro, suplicó ante una pequeña imagen de 30 centímetros que le permitiera criar a sus hijos, después de perder tres. A cambio, prometió construirle una iglesia.
Desde entonces, la devoción creció "como la verdolaga". Cada año, el Santo recorre las calles al son de tambores y cantos, dejando un rastro de fe y flores, al son de los tambores y el verso popular.
En este año jubilar por los 500 años del nacimiento de San Benito cantemos: "Yo vengo del Empedrao, de bailar a San Benito… coronado de flores, va dejando la calle llena de olores".
Mientras, en nuestro Barrio Santa Lucía, la tradición cuenta que una vecina, María Chiquinquirá Chaparro, suplicó ante una pequeña imagen de 30 centímetros que le permitiera criar a sus hijos, después de perder tres. A cambio, prometió construirle una iglesia.
Desde entonces, la devoción creció "como la verdolaga". Cada año, el Santo recorre las calles al son de tambores y cantos, dejando un rastro de fe y flores, al son de los tambores y el verso popular.
En este año jubilar por los 500 años del nacimiento de San Benito cantemos: "Yo vengo del Empedrao, de bailar a San Benito… coronado de flores, va dejando la calle llena de olores".

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