"La dignidad humana no es compatible con salarios que no permiten una vida plena."— Papa Francisco...
¡Esto no es vida! La indignación comienza con la burla en la cuenta: Recibir un mes de aguinaldo, más la pensión, y que todo sume 260 bolívares.
Si dividimos esos Bs. 260 entre la tasa del BCV y luego entre 30 días, la miseria diaria es tan ínfima que el cálculo técnico solo sirve para cuantificar la deshonra. Es la confirmación matemática de que nuestra vida no vale nada para quienes manejan el país.
Esto no es justo para ningún jubilado, pensionado, sobreviviente o trabajador venezolano.
Fin de semana de angustias, no nos encontramos ante "desafíos abrumadores"; estamos de frente a la miseria y la incertidumbre. Cada día es una prueba de fuego donde el hambre y la enfermedad son los jueces.
Las dificultades económicas no solo nos acorralan, sino que la devaluación y la inflación pulverizan nuestros ingresos, buscando intencionalmente agotar nuestro espíritu y convertirnos en mendigos silenciosos.
Es una realidad dura y brutal: el peso de esta crisis económica es tan letal, violento y devastadora como cualquier conflicto que socialmente pasa a mayores. Es una contienda contra el bolsillo, la salud y el futuro.
En medio de esta densa, dura y cínica batalla, las señales que emergen deben servir no solo de alimento para la fe, sino para avivar la santa rabia que nos impulse a no rendirnos.
La fuerza que nos mantiene en pie es la dignidad iracunda anclada en una verdad: Nosotros merecemos una vida plena, NO una limosna en bolívares.
No somos menos que nadie; tenemos el derecho a una vida normal, a depender de la respetabilidad de nuestro trabajo y no de la migaja o el miedo. Son derechos inalienables que nos están cercernando.
Una sociedad con pobreza extrema, famélica e indefensa de recursos es presa fácil, no solo de la desesperanza, sino de la manipulación y el control social.
La lucha primordial es el levantamiento del amor propio. Es el acto de negarse con todas las fuerzas a que la existencia sea reducida a la mera, humillante supervivencia.
El esfuerzo de cada familia por sobrevivir con entereza es el acto de protesta más poderoso, erosiona la legitimidad moral de un poder que se sostiene sobre la pobreza.
DC / Abogado Joaquín Chaparro Oliveros / Demócrata Cristiano. &

 
 
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