Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 20 de octubre de 2025

Jorge Castañeda: Tres ideas sobre la corrupción en el sexenio pasado (Mexico)



Los videos y relatos que en teoría demuestran la corrupción de Adán Augusto López y de Andy López Beltrán han recibido una difusión considerable. Los de Código Magenta constituyen una “bomba” según sus autores y muchos que los han visto; aquellos que describen y nombran las empresas que forman –o formaban– parte de los negocios del exsecretario de Gobernación han sido vistos, la última vez que me fije, más de un millón de veces. Se suman ahora a un cúmulo de otros datos e informes que deberían haber ya hundido a ambos personajes cercanos a Andrés Manuel López Obrador. Sin tanta repercusión, pero con algo de eco en múltiples columnas de opinión, Audomaro Martínez también ha sido objeto de repetidas denuncias. Y no pasa nada.

De lo cual se pueden deducir varias hipótesis. La primera, quizá la más compartida por la comentocracia, consiste en pensar que es asunto de tiempo. Tanto el dizque hermano de AMLO como su hijo se encuentran en posiciones insostenibles, y más temprano que tarde, se verán desterrados. A Francia el uno, a Palenque el otro, o simplemente a sus casas, ambos desocupando los cargos que hoy disfrutan. Es tal la suma de pruebas, audios y videos, aunados a la supuesta extrema molestia que las revelaciones han despertado en el ánimo de la presidenta, que sus días políticos están contados. No descarto esta explicación, pero me convence poco.

Una segunda interpretación, más bien de origen oficialista ilustrado, radica en la debilidad de la evidencia que hasta ahora se ha presentado. Se supone que hay audios de conversaciones de Adán Augusto con Andrea Chávez donde se refiere en términos despectivos a Claudia Sheinbaum y externa otras barbaridades, pero no son públicos, aunque algunos integrantes de la comentocracia afirman haberlos escuchado. Tal vez, pero mientras no se expliciten, no sirven de mucho. Los documentos y nombres que se mencionan en relación a los dos colaboradores lopezobradoristas no representan pruebas definitivas de ilegalidades o incluso de inmoralidades. Quizás no se trata de personajes muy presentables, pero de allí a que su amistad o vínculos con Andy y Adán se conviertan en razones suficientes para suscitar una decisión presidencial de alto riesgo, contra el círculo más estrecho de la cofradía amlista, hay un gran trecho. El famoso “smoking gun” de las series norteamericanas y de la política estadounidense sigue ausente, y el paso de los días no acelera su aparición. Esta especulación me late más que la primera, ya que los videos, las columnas, los chismes y las filtraciones –de fuego amigo o no– carecen de la contundencia y gravedad requeridas para que el gobierno proceda.

La tercera conjetura va en otra dirección. Reside en una simple constatación: Claudia Sheinbaum no va a proceder contra Adán Augusto, Andy, o Audomaro –la 4ª– con independencia de cuantas pruebas surjan o cuánto tiempo haya transcurrido. No va actuar porque no está en su ADN hacerlo. Ni puede, pero sobre todo, no quiere. Aún suponiendo que dé por bueno todo lo que se ha escrito, transmitido, filtrado o diseminado por otras vías, le resulta imposible enfrentar una crisis de la magnitud que adquiriría una ofensiva de esa naturaleza. Sobre todo pensando que nadie puede saber dónde concluye la espiral. Seguirían el exsecretario de la Marina, el exsecretario de la Defensa, el exsecretario particular del expresidente, más lo que se acumule.

Y, por supuesto, se antoja imposible determinar de antemano si la corrupción aparentemente rampante de todos estos funcionarios del sexenio anterior no alcance a su jefe. O, como se decía a propósito de Richard Nixon durante Watergate: ¿What did AMLO know, and when did he know it?

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