La Casa Blanca abrió otro frente de batalla en el Caribe, según los primeros señalamientos de Donald Trump hacia Gustavo Petro. Ahora estamos ante un ajedrez que involucra a más de dos países

El reciente enfrentamiento diplomático entre Colombia y Estados Unidos desencadenado por un controvertido ataque naval en el Caribe, podría complicar, según las lecturas iniciales, la estrategia de máxima presión que la administración de Donald Trump despliega contra el gobierno de Nicolás Maduro.
Lo que comenzó como una operación antinarcóticos contra supuestos «narcosubmarinos» ha escalado a una crisis bilateral que no solo podría desviar la atención de Washington de su objetivo principal en Caracas.
Una disputa con un Petro que parece más enfocado en pelearse en público que en gobernar a su país, eventualmente fomentaría alianzas inesperadas en la región y posiblemente avivaría el resurgimiento del sentimiento antiimperialista, tan presente en América Latina, incluso entre gobiernos de izquierda moderada como los de Brasil y Uruguay, que han venido reaccionando con cautela al despliegue de EEUU en el sur del Mar Caribe.
La tensión entre Bogotá y Washington alcanzó su punto álgido este fin de semana tras conocerse que fuerzas navales estadounidenses hundieron una embarcación en aguas internacionales del Caribe, a escasos kilómetros de la frontera marítima entre Colombia y Venezuela. Según el Departamento de Defensa de EEUU, la acción eliminó un «narcosubmarino» vinculado al Ejército de Liberación Nacional (ELN) y al llamado Cártel de los Soles.
Sin embargo, el incidente dejó un saldo trágico: un pescador colombiano falleció, y Bogotá denunció la violación de su soberanía, alegando que la operación se realizó sin coordinación previa y en zona de influencia colombiana. Petro, en un discurso televisado el sábado 18 de octubre, acusó directamente a Washington de «acto de agresión imperialista» y exigió una investigación independiente bajo el amparo de la ONU.
Petro venía actuando como una suerte de activista de izquierda en las últimas semanas. Su cuenta en X está repleta de posiciones en torno a la presencia de embarcaciones y efectivos de EEUU en el Caribe, inicialmente para atacar al narcotráfico, según la Casa Blanca, y que de acuerdo con el gobierno de Maduro sencillamente forma parte de una estrategia para un cambio político en Venezuela.
Petro se ha hecho eco del discurso del chavismo en las últimas semanas, y lo ocurrido con el “narcosubmarino” terminará por alimentar su retórica antiimperialista.
La respuesta de la Casa Blanca fue inmediata y contundente. El domingo 19, Donald Trump calificó a Petro de «dealer narcotraficante» en una publicación en redes sociales, al tiempo que anunciaba la suspensión total de subsidios y pagos a Colombia, que ascienden a unos 413 millones de dólares anuales para programas de seguridad y antinarcóticos.
Esta medida rompe una alianza y cercanía entre Bogotá y Washington tejida a la sombra del “Plan Colombia” hace un cuarto de siglo cuando el país vecino se convirtió en espacio estratégico para la acción diplomática y de seguridad de EEUU en la región.
Académicos colombianos como Sandra Borda advierten que este episodio marca un punto de inflexión en las dinámicas hemisféricas, donde la retórica soberanista de Gustavo Petro podría unir a fuerzas progresistas en detrimento de los intereses estadounidenses. Y allí entra Venezuela.
Trump versus 2
Aunque ya Trump y Petro han estado enfrentados, incluyendo la decisión del Departamento del Estado de revocarle la visa al mandatario de izquierda, en el centro de esta nueva tormenta se encuentra la estrategia de la Casa Blanca contra el gobierno de Maduro, un eje que parece priorizado, según los mensajes diarios que se emiten desde los centros de poder en Washington, que combina sanciones económicas, recompensas por capturas y despliegues militares en el Caribe.
Aunque inicialmente, el énfasis de la Casa Blanca era atacar el tráfico de drogas, este objetivo se mantiene, pero ahora parece supeditado a otro, como sostiene el analista de seguridad e inteligencia, Roberto Mansilla Blanco, para quien todo lo ocurrido hasta ahora es más disuasorio que invasivo: «No se prepara una invasión, sino un cerco estratégico que combina guerra psicológica con operaciones encubiertas para fracturar al régimen desde dentro».
Este nuevo flanco de conflictividad con Colombia, introduce dimensiones que podrían aletargar o distraer la presión sobre Maduro. Primeramente, se desvía el foco de Washington. Con la suspensión de ayuda a Bogotá, que incluye fondos para la frontera con Venezuela, la administración Trump debe ahora gestionar una crisis dual: pierde al histórico socio, como ha sido el caso de Colombia, cuyas fuerzas armadas lucen alineadas con EEUU, sin que haya un desenlace en torno al gobierno de Maduro.
En segundo término, un nuevo espacio de conflicto entre Bogotá y Washington podría catalizar alianzas entre Petro y Maduro. El incidente del Caribe y el discurso de Trump vinculándole con el narcotráfico, le ofrecen a Petro una oportunidad para profundizar este lazo. Y Maduro gana aire: ya no es el único gobernante al que Washington acusa por el tráfico ilícito de drogas.
Tercero, y quizá más preocupante para la comunidad prodemocracia venezolana, es que este episodio podría incentivar un «aire antiimperialista» en gobiernos de izquierda moderada de América Latina, como Brasil y Uruguay.
Estos gobiernos, pragmáticos y orientados al consenso, han evitado confrontaciones directas con Trump, priorizando el intercambio comercial. Sin embargo, el despliegue en el Caribe, el mayor desde la invasión a Panamá en 1989, ha generado murmullos, llamadas y posiciones tímidas. Todo esto, cuando la crisis giraba solo en torno a Venezuela, pero al introducir la variable Colombia en el tablero, podrían reconfigurarse las posiciones.
Sandra Borda, profesora de la Universidad de los Andes en Bogotá, advierte que «si Petro lidera un coro antiimperialista, podría arrastrar a moderados como Lula da Silva y Yamandú Orsi hacia una postura más unificada, complicando la agenda de Trump en la región».
El politólogo colombiano Jorge Restrepo, también de la Universidad de los Andes, resume el panorama tras este fin de semana: «La estrategia de Trump contra Maduro era un tablero bien armado; el error en el Caribe lo ha desordenado. Ahora, en lugar de aislamiento, Venezuela gana oxígeno regional».
Sí, de entrada, el que Petro y Trump estén enfrentados podría favorecer a Maduro.
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