El mundo está enmarañado, no hay que tener la formación ni la suspicacia de un politólogo para percibirlo. Es evidente el descontrol de nuestro planeta, sus enormes fracturas y conflictos, además de la incapacidad para gobernarse. No debe sorprender a nadie que solo cerca de 10% de la población viva bajo el sistema democrático.
Las elecciones en Estados Unidos, pienso, constituyen un episodio que, de manera muy grave, replica lo que actualmente ocurre en todas partes. Me refiero a la decadencia de la democracia y el crecimiento del autoritarismo en diversas modalidades y grados.
Trump
Hasta no hace mucho, al oír la palabra Donald las neuronas me remitían automáticamente al pato de las historietas cómicas; pero ahora, desde no hace mucho, quien se me asoma en el cerebro es el candidato republicano, que pretende regresar al poder. Se trata de un expresidente que perdió las elecciones en 2020 y que todavía afirma que las ganó y se las robaron; condenado por 34 cargos criminales, por acoso sexual, por el manejo oscuros de sus empresas, además de propiciar el asalto al Capitolio en enero de 2021, con el propósito de mantenerse como huésped en la Casa Blanca.
Su discurso ha llevado al extremo la polarización en la sociedad norteamericana, en formato populista y, por otra parte, no deja para nada claros los propósitos que orientarían su gestión. Lo que sí resulta evidente son sus palabras llenas de odio, hostilidad, racismo, intolerancia, xenofobia, que disimulan siquiera su pedigrí fascista, envolviéndolas bajo la consigna de “Make America Great Again”, invocando el sueño americano que, por cierto, deja algunos indicios de que en varios ámbitos semeja más bien una pesadilla, conforme lo explican diversas investigaciones, destacando entre otros aspectos la gran desigualdad social.
Estas semanas de campaña han ido mostrando que las balas que rozaron una de sus orejas son la manifestación de la tensión y la violencia crecientes en el país, que él mismo ha alentado y existe el temor de que impulse un giro autoritario si regresa al poder o de que se produzca una ola de disturbios si pierde. Si Dios contara los votos, no hay duda de mi victoria, dijo.
Así las cosas, en estos tiempos marcados por la digitalización asoman los peligros derivados de su alianza con el ultramillonario Elmos Musk, dueño de X, que conforme los datos recogidos por la revista Edison Research, en sus manos ha alcanzado a 80% de la población de Estados Unidos. ¿Cabe alguna duda respecto a sus consecuencias sobre la calidad e imparcialidad de las elecciones norteamericanas?
La “vida es un logaritmo”, se dice. Y en el escenario político se habla de la Algocracia, cuya médula es la denominada “posverdad”, concepto que pone de manifiesto cómo se juega con la realidad y se la desconoce, se la cambia, se la mutila o se la versiona para que no se parezca a ella misma, dañando seriamente el tejido de la democracia, demostrando, así, que no hay forma más eficaz de lograr y ejercer el poder que disponiendo de la capacidad para establecer qué es lo cierto. Y no hablemos de lo que tal cosa representa, si envolvemos todo ello bajo el manto de la Inteligencia Artificial. No en balde, la desinformación figura hoy en día como una de las amenazas más grandes del planeta.
Y, debo concluir, Kamala Harris no luce ser la opción deseable.
Mafalda
“Paren el mundo, que me quiero bajar” es lo que seguramente diría Mafalda, mi filósofa favorita, como he escrito decenas de veces. “Seguimos construyendo la destrucción del futuro “, añadiría. Y estoy seguro de que se vería en la necesidad de recordarnos que “lo ideal sería tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el pecho”.
Harina de otro costal
(Tiburones)
Hace pocos días se cumplieron 62 años de la aparición de los Tiburones de La Guaira, en la Liga de Beisbol Profesional. No puedo dejar de escribirlo, pues, si tengo el privilegio de que me lea, apreciado lector, sabe que llevo al equipo tatuado en el ADN. No me alcanza con decir que soy aficionado o fanático. Soy un feligrés.
Y no hablemos de lo que tal cosa representa, si envolvemos todo ello bajo el manto de la Inteligencia Artificial. No en balde, la desinformación figura hoy en día como una de las amenazas más grandes del planeta. Y, debo concluir, Kamala Harris no luce ser la opción deseable.
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