Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 16 de noviembre de 2025

La incultura chavista Por Alicia Freilich


El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela fue creación exclusiva de la democracia. Su primer director fue el maestro José Antonio Abreu Anselmi (1939-2018). Ha recibido merecidas nominaciones y premios de prestigio internacional. Está cumpliendo 50 años, celebrados en giras mundiales, y su actual directiva informa que el resultado de todo ese lapso es de 1.200.000 becados.

Cifra positiva que los resguarda de los sufrimientos padecidos por numerosos paisanos, infantes y adolescentes, víctimas de desnutrición crónica con gravísimas secuelas para su salud física y mental; carencia de escolaridad libre y actualizada desde la educación primaria hasta sus universidades, que los adoctrinan en su denominada revolución mediante programas militarizados al modo castrocubano, graduándolos como espiados, guardias, policías, torturadores y verdugos. Desde las elecciones del 28J, varios fueron encarcelados sin derecho al debido proceso, tal como se practica sin tregua contra los adultos opositores.

Al asumir el poder presidencial, Hugo Chávez Frías usurpó al citado exitoso Sistema como propaganda oficial y personal en cada ocasión local que implicara la presencia de autoridades foráneas y diplomáticos de visita. Durante un cuarto de siglo, sus herederos han imitado ese legado, que automáticamente es percibido por numerosos públicos ajenos como la magnífica obra del actual régimen. El remanente de esa rutina es la nula producción nacional propia en el área cultural.

Nada nuevo: el fascismo, en sus variantes de estilo, historia y geografía, elimina la libertad individual y grupal; su médula radica en borrar con armas bélicas al opositor, adversario o crítico. Sin libertad no hay creatividad; entonces, roba la riqueza cultural democrática como trasfondo de sus delitos. Entre las artes plásticas, literatura, cine y teatro, en este caso, se utiliza únicamente el sonido mágico que atrapa la atención del oyente. Hitler se sirvió de esa experiencia utilizando la obra del compositor Richard Wagner como adorno de su autoridad.

Esto se confirma en la vasta filmografía del siglo XX y lo que va del presente, dedicada a horadar el nazismo, con especial énfasis en la conducta del pueblo alemán promedio hacia la infancia, forjada desde la cuna en mitos ancestrales ya folclóricos y música clásica. Selectas orquestas y bandas sonoras penetran a fondo en delatoras escenas primordiales de filmes clásicos basados en novelas, cuyo emblema central es la niña sonriente que pide la firma del Führer en su cartilla primaria.

Tres cintas estadounidenses dirigidas con excelencia sirven de ejemplo. Tono intensamente dramático en La lista de Schindler (1993), de Steven Spielberg; voces, gestos y vocabulario de comedia sarcástica en la teatral Ser o no ser (1942), de Ernst Lubitsch; y con tétrica sonoridad en La zona gris, dirigida por Timothy Blake Nelson (2001). Reciente es La zona de interés (2023), producción conjunta de Polonia, Reino Unido y Estados Unidos, premiada por academias mundiales, que recibió dos premios Oscar: Mejor Película Internacional y Mejor Sonido. Su escena de niños alegres jugando y cantando en la piscina casera de una familia hitleriana, junto al muro que los separa del campo de concentración y exterminio, lo explica todo.

La democracia venezolana no segrega entre privilegiados y marginados, porque su Constitución –la original no violada– otorga iguales derechos a toda la población. Pero sí atiende, y lo hará con urgencia y rigor, múltiples necesidades de la infancia y de ancianos, enfermos, desempleados, presos, retornados a la fuerza y voluntarios.

El narcochavismo terrorista impone todo lo contrario: su naturaleza es de barbarie criminal.

alifrei@hotmail.com

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