La figura de Simón Bolívar se agiganta no solo en los campos de batalla, sino también en el terreno de las ideas. El relato de su ascensión al Chimborazo, real o metafórica, encapsulado en el texto “Mi delirio sobre el Chimborazo”, es un manifiesto poético de una ambición desbordada por la libertad.
Dicen que Bolívar en esos días estando en el Ecuador subió a la Ladera del Volcán Chimborazo, otros piensan lo contrario, pero lo cierto es que entre los papeles conseguidos en la población de Loja con fecha de 13 de octubre de 1822 estaba "Mi delirio sobre el Chimborazo" la obra poética del Libertador.
Bolívar no describe una simple hazaña montañista; narra una travesía épica donde el “manto de Iris”, es decir la bandera de la paz, ha vencido a Belona, la diosa de la guerra, y allanado la tierra a los pies de la Gran Colombia.
Su delirio en la cima no es de agotamiento, sino de posesión divina: “Era el Dios de Colombia que me poseía”. En ese instante sublime, donde su cabeza roza el firmamento y tiene a sus pies el abismo, se enfrenta al mismísimo Tiempo, un ser cuya madre es la Eternidad y cuyo imperio no tiene límites.
Este encuentro no es una rendición, sino una proclamación de que la lucha por la libertad, aunque sujeta al paso del tiempo, aspira a la eternidad y desafía a la muerte misma.
La potencia de esta imagen trasciende el siglo XIX para interpelarnos directamente en el presente. La Venezuela actual, con sus complejidades y desafíos, requiere una reflexión profunda que mire más allá de las contingencias diarias y se enfoque en los principios fundacionales de la nación.
El “delirio” de Bolívar no era un simple arrebato de locura, sino la visión ardiente de un futuro construido sobre pilares irrenunciables: la libertad, la democracia y la dignidad humana. Rescatar estos valores fundamentales se convierte en un imperativo histórico.
La vigencia de su lucha política nos recuerda que algunas batallas, las que definen el alma de un pueblo, son siempre actuales y eternas; si son por la paz, la democracia y la libertad.
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