Más que motivos económicos, Donald Trump ha argumentado razones políticas en la aplicación de aranceles con Brasil.

Las dos naciones más grandes del hemisferio occidental parecen dirigirse a una franca guerra comercial, con un giro de tuerca.
El miércoles, el presidente Donald Trump prometió imponer aranceles del 50 por ciento a las importaciones brasileñas. Su razonamiento no fue totalmente económico —Estados Unidos tiene un superávit comercial con Brasil—, sino político. Trump dijo que Brasil estaba llevando a cabo una “cacería de brujas” contra su aliado político, el expresidente Jair Bolsonaro, quien se enfrenta a un juicio por intento de golpe de Estado.
Unas horas después, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, dijo que su gobierno respondería con sus propios aranceles a las importaciones estadounidenses. “Brasil es un país soberano con instituciones independientes que no aceptará ser tutelado por nadie”, dijo en un comunicado.
Brasil está sopesando imponer aranceles a determinados productos o sectores estadounidenses, según un funcionario de alto rango brasileño que habló bajo condición de anonimato para discutir reuniones a puerta cerrada. Para minimizar cualquier sacudida a la economía brasileña, el gobierno no tiene previsto aplicar aranceles generalizados a todos los productos estadounidenses, dijo el funcionario.
Esta disputa es la última de una larga saga en la que están implicados Trump, Bolsonaro y Lula, y muestra cómo Trump utiliza los aranceles para ajustar cuentas con sus enemigos políticos.
¿Con qué amenazó Trump y por qué?
Trump dijo que aplicaría un arancel del 50 por ciento a todas las importaciones brasileñas a partir del 1 de agosto. Si Brasil tomaba represalias con sus propios aranceles, Trump dijo que añadiría cuotas adicionales.
En un movimiento extraordinario, Trump dejó claro que su objetivo era salir al rescate de su aliado, Bolsonaro, quien se enfrenta a una posible pena de prisión en Brasil si es declarado culpable de los cargos de intento de golpe de Estado en 2022.
“Este juicio no debería estar teniendo lugar”, escribió Trump en una carta a Lula. “¡Es una cacería de brujas que debe terminar INMEDIATAMENTE!”.
Trump también dijo que Brasil estaba vulnerando los derechos de libertad de expresión de los estadounidenses. La empresa de medios de comunicación de Trump ha demandado a un juez del Supremo Tribunal Federal brasileño por sus órdenes judiciales a empresas tecnológicas estadounidenses de retirar cuentas de redes sociales que, según él, han amenazado la democracia de Brasil. Algunas de esas cuentas han pertenecido a personas residentes en Estados Unidos.
Trump también citó razones vagas de carácter económico para los aranceles, como “prácticas comerciales desleales”, y ordenó a funcionarios estadounidenses que abrieran una investigación comercial sobre Brasil.
Dijo incorrectamente que Estados Unidos tenía un déficit comercial con Brasil. El año pasado, Estados Unidos tuvo un superávit comercial de 7400 millones de dólares con Brasil, sobre unos 92.000 millones de dólares de intercambios comerciales.

Estados Unidos es el segundo socio comercial de Brasil, después de China. Estados Unidos representa aproximadamente el 12 por ciento de todas las exportaciones de Brasil.
Brasil y Estados Unidos comercian principalmente con productos combustibles, hierro y acero, aviones y maquinaria. Brasil también vende al mercado estadounidense materias primas como café, té, carne de vacuno, jugo de naranja y especias.
Una posible repercusión de los aranceles podría ser el aumento de los precios del café en Estados Unidos. Brasil es el mayor productor mundial de café y Estados Unidos es su mayor cliente. El año pasado, el 30 por ciento de todas las importaciones de café a Estados Unidos procedían de Brasil, según la Comisión de Comercio Internacional estadounidense.
Los precios mundiales del café ya han subido este año, impulsados por una menor cosecha tras la extrema sequía que sufrió Brasil el año pasado. El impacto de los aranceles podría producirse en un momento en que los estadounidenses están consumiendo más café brasileño: los datos comerciales de este año mostraron un aumento de las importaciones estadounidenses de café brasileño.
¿Cuál es la historia de Trump con Bolsonaro y Lula?
En el primer mandato de Trump, pocos líderes mundiales fueron aliados más confiables que Bolsonaro.
Bolsonaro modeló su estilo político siguiendo el de Trump, utilizando un lenguaje grosero, adoptando posturas que fueron criticadas como ofensivas para las mujeres y los grupos minoritarios, lanzando mensajes combativos en las redes sociales y atacando a la prensa y a los tribunales. Este enfoque le valió el apodo de “Trump del trópico”.
Los dos hombres se reunieron en la Casa Blanca en 2019 y en Mar-a-Lago en marzo de 2020.
Después de que Trump perdiera las elecciones de 2020, Bolsonaro cuestionó públicamente los resultados y fue uno de los últimos jefes de Estado en reconocer la victoria del expresidente Joe Biden.
Meses después, aliados clave de Trump respaldaron las afirmaciones de Bolsonaro de que las elecciones brasileñas eran vulnerables al fraude. Después de que Bolsonaro perdiera la votación en Brasil de 2022, huyó a Estados Unidos durante varios meses, y habló en el mismo acto de la Conferencia de Acción Política Conservadora que Trump.
Al mismo tiempo, Lula estrechó lazos con Biden como dos presidentes que superaron intentos de insurrección, y el año pasado apoyó abiertamente a Kamala Harris contra Trump.
Desde el regreso de Trump a la presidencia, Lula y él no se han dirigido la palabra. En cambio, se han criticado públicamente el uno al otro.

Bolsonaro está acusado de supervisar una vasta conspiración para aferrarse al poder tras perder las elecciones presidenciales de 2022, incluido un intento de anular la votación y un plan para asesinar a su rival, Lula, antes de que este asumiera el cargo.
Tras una investigación de casi dos años, las autoridades brasileñas acusaron al expresidente y a varios miembros de su círculo íntimo de planear la “abolición violenta del Estado democrático de derecho” y de “golpe de Estado”, entre otros delitos.
En un informe de 884 páginas desvelado el año pasado, los investigadores acusaron a Bolsonaro de dirigir y aprobar la conspiración, que incluía planes para anular los resultados electorales, disolver tribunales y conceder poderes especiales a los militares.
Tras la toma de posesión de Lula en enero de 2023, una turba de partidarios de Bolsonaro saqueó edificios gubernamentales en un intento fallido de derrocar a Lula.
Bolsonaro ha negado haber planeado un golpe de Estado, pero, durante una declaración ante el Supremo Tribunal el mes pasado, admitió que había “estudiado otras alternativas dentro de la Constitución” que le permitirían permanecer en el poder tras su derrota electoral. Ha negado tener conocimiento de lo que, según los fiscales, era un plan para asesinar a Lula, a su vicepresidente y a un magistrado del Supremo Tribunal Federal brasileño.
La policía federal brasileña dijo que encontró pruebas digitales, incluidas unidades USB y teléfonos móviles, de que un funcionario del gobierno de Bolsonaro imprimió en dos ocasiones el plan de asesinato en las oficinas presidenciales. En una ocasión, Bolsonaro estaba en las oficinas, mientras que en la otra el funcionario llevó el documento a la residencia presidencial, según la policía.
Se espera que el juicio comience el mes que viene. Si Bolsonaro es declarado culpable, podría enfrentarse a años de prisión.
Las encuestas muestran que Bolsonaro aventaja ligeramente a Lula de cara a las elecciones presidenciales del año que viene, aunque su ventaja está dentro del margen de error de muestreo de las encuestas. Sin embargo, el tribunal electoral de Brasil ha prohibido a Bolsonaro presentarse a las elecciones hasta 2030 por sembrar dudas infundadas sobre los sistemas electorales de Brasil.
¿Qué ocurrirá después?
Los dos países podrían estar dirigiéndose a un punto muerto en el caso de Bolsonaro.
Lula dejó claro el miércoles que Brasil no retiraría los cargos a petición de Trump. El caso “es responsabilidad exclusiva del Poder Judicial brasileño”.
En su lugar, Brasil pretende apoyarse en la diplomacia con la esperanza de que Trump cambie de postura, dijo el funcionario brasileño.
En una entrevista concedida el jueves a un medio de comunicación brasileño, Lula adoptó una postura mesurada, al exponer sus planes de responder con aranceles y presentar una queja ante la Organización Mundial del Comercio, al tiempo que destacaba las antiguas relaciones diplomáticas entre Brasil y Estados Unidos.
“Brasil es un país donde todo se resuelve conversando”, dijo.
Paulo Figueiredo, un destacado experto brasileño de derechas que vive en Florida, ha estado presionando al gobierno de Trump para que actúe contra el Supremo Tribunal brasileño y ayude a Bolsonaro.
Dijo en una entrevista que los partidarios de Bolsonaro esperan ahora que las acciones de Trump empujen al Congreso de Brasil a aprobar una supuesta ley de amnistía que, en la práctica, haría a Bolsonaro inmune a todo procesamiento. Es casi seguro que Lula vetaría dicha ley, pero una amplia mayoría del Congreso podría anular el veto. Este escenario parece poco probable.
Flávia Milhorance colaboró con reportería.
Jack Nicas es el jefe del buró en Brasil para el Times, desde donde lidera la cobertura de gran parte de América del Sur.
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