ABC de la política.
Ese título lo parafraseo del libro de Robert Lechner sobre el orden social, porque quiero referirme en estas líneas al orden en disputa en estos tiempos, el internacional. Por cuanto observamos que se avizoran cambios importantes en la configuración geopolítica del mundo.
Cuando vemos a un país como Israel, de cuya causa soy aliada por todo el sufrimiento que ha llevado a cuestas durante el transcurso de la humanidad el pueblo judío, ahora, negado a que los palestinos los exterminen decidieron exterminarlos primero, empezando por la población Gazati a la que a diario asesinan cuando van por comida, en el marco de una guerra en los países árabes, de proporciones inhumanas, antes vistas.
A Rusia en el camino de la guerra frontal por recuperar los territorios perdidos con la disolución de la Unión Soviética (1991), por ahora, han recuperado el 20% del territorio ucraniano, y van por más. Como un error, para el gobierno ruso, quedaron las políticas de Gorbachov, perestroika y glasnost, que en su momento dieron una apertura política en ese país.
El mundo en medio de movimientos ideológicos nacionalistas de derecha, como el MAGA, conservadores, anti migración; una ultraderecha que ha avanzado en la preferencia del electorado. Confrontada por una izquierda, estrasnochada y fracasada, corrientes social demócratas y comunistas; pero todas, tirios y troyanos, en la ola autoritaria que marca el ritmo de estos tiempos.
Las uniones de países ahora no se conciben para fortalecer los espacios de comercio e intercambio cultural, sino que, en un giro de 180 grados, van a favor de la defensa territorial, cuando la OTAN destina el 5% del PIB, de cada país a ese rublo, por el peligro que significa Rusia en ese continente. Además, para avivar rivalidades y hacer contrapeso a otros, como surge el Brics, en contraposición a los Estados Unidos, aunque hasta ahora sin mucho éxito.
Tiempos de crisis económica a nivel global en los que la migración juega un papel preponderante porque los países receptores no están en capacidad económica para soportarla. De allí, que buscan mecanismos para expulsar y prohibir la migración, aunque violenten derechos humanos fundamentales. Ello, sin buscar las causas estructurales de esa tragedia, como la miseria, el hambre, falta de vivienda, educación, salud o de oportunidades, ni hablar de apoyo a los países emisores.
Es un panorama muy complejo porque los valores y principios democráticos de solidaridad, apoyo, compromiso, respeto, tan arraigados en la humanidad, quedaron en el tintero. Por ello, traigo a colación un comentario de Kissinger que hace, en su libro, Nuevo Orden Mundial, cuando en 1961, le preguntó al presidente Harry S. Truman qué le había enorgullecido de su presidencia, a lo que Truman respondió: “Que derrotamos totalmente a nuestros enemigos y luego los trajimos a la comunidad de naciones. Me gustaría pensar que solo los Estados Unidos hubieran hecho esto”. Truman, comenta Kissinger, que se enorgullecía sobre todo de sus valores humanos y democráticos. Él no quería ser recordado tanto por las victorias como por las conciliaciones.
Todos los sucesores de Truman han seguido de alguna forma la versión de esta narrativa y se han enorgullecido de los atributos democráticos, como fuente de sus actuaciones.
Visión valorativa norteamericana que, con la entrada en escena de Donald Trump, con América Primero, ya no se invoca. Ya que el nuevo presidente utiliza cualquier mecanismo para sacar ventaja para su pais, como los aranceles que impone, a diestra y siniestra… Aplicando, como dice Ana Little, la imprevisible teoría del loco, cuando dice que hace, pero no hace o hace otra cosa, como en el caso de Irán.
Valores democráticos que apalancaron el orden mundial que se gestó después del horror que significó la segunda guerra, cuando un concierto de naciones abrazó la democracia liberal representativa como el régimen político que reúne el mayor cúmulo de valores para la sana convivencia. Hito en la historia que hace concebir la ONU, OEA, FMI, OMC… organizaciones que no lograron frenar el genocidio en Ruanda (1994) por parte del gobierno de los Hutu contra la población Tutsi; ni a las guerrillas internas en los países africanos, ni a las pandillas que se apoderaron del gobierno en Haití, por dar algunos ejemplos.
Que, además, no cuentan con mecanismos de repulsa que puedan repeler prácticas autoritarias, ni flagelos como la corrupción, el personalismo, el clientelismo, incrustado en el corazón de casi todos los gobiernos en el mundo.
Entonces, pareciera que el mundo deja atrás la concepción del Estado moderno con la paz de Wesfalia (1648), que patentó la soberanía e independencia de los Estados. Avance de la humanidad que se logra gracias al pensamiento político que se gestó durante la ilustración basada en las reflexiones filosóficas de Hobbes, Locke, Hegel, Rousseau, Montesquieu, principalmente, a cerca del contrato social entre gobernantes y súbditos, la ley como expresión del orden social, la división de poderes públicos, la razón como expresión humana…; que, demás, inspira la primera guerra civil inglesa (1642-1651); la revolución francesa (1978-1789); la independencia de los Estados Unidos (1776) y del resto de las Américas después de 1809.
Entonces, ¿avanzamos o retrocedemos? Porque este reacomodo que se está dando, sin prisa, pero sin pausa, deja atrás la tan añorada globalización y va por el aislacionismo, desdibujando los inútiles organismos internacionales y colocando la defensa territorial como prioridad en la agenda de los países. Lo que nos hace ver por el retrovisor a los grandes imperios: romano, persa, otomano … que se expandían por territorio, poderío o religión. Amanecerá y veremos.
Carlotasc@gmail.com – @carlotasalazar
No hay comentarios.:
Publicar un comentario