Las placas tectónicas del conocimiento a nivel planetario se mueven incesantemente en todos los órdenes de la vida y los volcanes de las dudas siguen haciendo erupción tornandolas más inquietantes y demandando acciones y proposiciones urgentes para enfrentar la terca realidad que siempre termina por imponerse para poder captarlo, distribuirlo y aplicarlo oportuna y efectivamente. Neuro J. Villalobos Rincon.
En una oportunidad los investigadores del Centro de investigación de la Comunicación y de la Información de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia, expresaron: “Desarrollar un plan de acción para producir cambios de conducta y opinión pasa por afectar valores desde los cuales se gestan tales manifestaciones.” Y citaron además: “Con toda propiedad apunta la UNESCO que a fin de lograr individuos con visión de futuro y agentes transformadores de la sociedad, se requiere una educación integral en el sentido de cubrir todos los aspectos de la vida con conocimientos científicos (aprender a conocer), destrezas profesionales (aprender a hacer), el ejercicio de la responsabilidad ciudadana (aprender a convivir) y los valores humanos y morales (aprender a ser).”
Si queremos hablar de desarrollo, tenemos igual que plantearnoslo de manera integral. No sólo debemos procurar el bienestar material de los pueblos, sino además el bienestar espiritual de los individuos para garantizar una mejor calidad de vida interior y exterior con lo cual se logra una convivencia armónica con la naturaleza y con todos los seres vivos del planeta.
El país viene soportando estoicamente el más bestial desbarajuste económico y la degradación moral más profunda en el ejercicio de la política que lo mantiene en estado de postración. Los escenarios mundiales y nacionales, así como los avances científicos y tecnológicos obligan a plantearnos la iniciativa de revisar periódicamente el perfil de nuestros egresados y el contenido curricular de nuestras carreras profesionales con el fin de adecuarlas a las nuevas exigencias y demandas que tenemos que afrontar. Según algunos expertos, el ritmo del desarrollo científico y tecnológico conducirá más pronto que tarde a la sustitución del “homo sapiens” por seres completamente distintos que no sólo poseerán un físico diferente, sino mundos cognitivos y emocionales distintos.
Yuval N. Harari, en su libro “21 lecciones para el siglo XXI” nos advierte que para enfrentarnos a las disrupciones tecnológicas y económicas de este siglo, necesitamos desarrollar nuevos modelos sociales y económicos tan pronto como sea posible. Dichos modelos deberían guiarse, según su parecer, por el principio de proteger a los humanos y no los empleos. Así mismo expresa que “a pesar del peligro del desempleo masivo, aquello que debería preocuparnos mucho más es el paso de la autoridad de los humanos a la de los algoritmos, lo que podría acabar con la poca fe que queda en el relato liberal y abrir el camino a la aparicion de las dictaduras digitales.”
Mientras tanto nos dice que redes de cadenas de bloques entre iguales y criptomonedas como el bitcoin, pueden renovar por completo el sistema monetario de modo que las reformas tributarias radicales sean inevitables. Quizás los gobiernos necesiten inventar impuestos, tal como el impuesto a la información, que será al mismo tiempo, el activo más importante en la economía y la única cosa que se intercambie en numerosas transacciones. Incluso se atreve a vaticinar que para el año 2050, no sólo la idea de un trabajo para toda la vida, sino también la idea de una profesión para toda la vida podrían parecer antediluvianas.
Regular la propiedad de los datos, esenciales para cualquier ciencia y más para la economía, será la clave para evitar una mayor concentración de la riqueza, no obstante, cualquier solución al reto tecnológico tiene que pasar por la cooperación global, pero el nacionalismo, la religión y la cultura dividen a la humanidad en campos hostiles y hacen muy difícil cooperar globalmente.
Hace un tiempo, en un artículo que titulé “El presente y el futuro lo exigen”, escribí que estaban en evolución otras razones a nivel de la economía mundial y del desarrollo de las naciones que nos impulsan a ponerle fin rápidamente a esta tragedia histórica que sufrimos lo venezolanos para poder afrontarlas con el conocimiento y la inteligencia que el presente y el futuro demandan, con medidas apropiadas en todos los aspectos de la vida, lo cual nos merecemos como seres humanos. Me refería, entonces, al desarrollo científico y tecnológico y su impacto sobre el conocimiento y el de éste sobre quienes dirigen la economía de los países con mayor atraso relativo, hoy más vigente que nunca.
La otra razón es el fenómeno bautizado como el “Cisne verde” relacionado con el efecto climático y sus desastrosas consecuencias sobre nuestras economías, dada la interdependencia mundial. A todo ello se suman las pandemias y epidemias cíclicas que tienen efectos terribles sobre la salud de los humanos, y por supuesto, en la actividad productiva de los pueblos.
Observamos cómo la ciencia económica se ha tornado más compleja y me atrevería a decir que amenaza con convertirse en la ciencia de la vida porque nada de ella nos es ajena. Posiblemente no encontraremos todas las respuestas a nuestras preocupaciones e inquietudes, pero no debemos renunciar a plantearnos las preguntas, como decía Michael Foucault.
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