Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

martes, 14 de abril de 2015

La cumbre del post-imperialismo; Por Fernando Mires

Si hay una frase repetida hasta el hastío antes, durante y seguramente después de la Cumbre de Panamá, ha sido sin duda la de “estamos frente un acontecimiento histórico”. Dicha frase hace alusión al encuentro de Castro con Obama. Puede incluso que ese encuentro haya sido de verdad histórico y así figurará después en los libros de historia.

No obstante, hemos de convenir en que no existen los hechos históricos aislados. Cada hecho histórico es parte de un relato, es decir de un proceso histórico que lo antecede y continúa. No existe, por lo mismo, ningún hecho histórico sin un proceso (o contexto) histórico. Eso lo sabe cualquier historiador.

Por cierto, las grandes ceremonias (sólo eso fue la Cumbre) certifican hechos y procesos que las anteceden. En cierto modo cada discurso histórico es un hecho post-histórico. Así como en la vida cotidiana las ceremonias no determinan los hechos (un funeral no determina la muerte de nadie ni una boda determina el amor entre dos personas), cumbres como las de Panamá son también ceremonias de consagración. Por eso nadie esperaba que en la Cumbre iba a tener lugar un acontecimiento nuevo. Todo lo contrario: Antes de la Cumbre conocíamos su argumento e incluso su libreto.

¿Quién no sabía que Castro y Obama se iban a dar la mano para después pronunciar discursos si no amistosos por lo menos no agresivos? ¿Quién no sabía que Nicolás Maduro iba a desatar un espectáculo patriotero e intentar ponerse en el centro de la mesa como si él fuera un florero sin flores? ¿Quién no sabía que Evo Morales, quien no tiene nada que perder cuando habla (porque a nadie fuera de Bolivia interesa lo que habla) iba a ser el encargado de agredir verbalmente a los EE.UU.? ¿Quien no sabía que la gobernante de Chile no iba a aparecer a fin de no asumir, como suele suceder, ninguna responsabilidad y así quedar bien con todos? ¿Quién no sabía que Cristina llegaría tarde, justo para ponerse en la foto final y lucir así su nuevo (de verdad, bonito) vestido blanco?

Incluso las observaciones críticas que hizo Rousseff con respecto a las violaciones a los derechos humanos en Venezuela no sorprendieron demasiado pues la dama carioca ya tenía en su cartera la invitación extendida por Obama para visitar la Casa Blanca. Punto que, si lo conectamos con el apretón de manos entre Castro y Obama, adquiere otra dimensión. Y esa dimensión sí tiene una enorme importancia histórica. A eso voy.

El reconocimiento a Cuba no significa que Obama haya sentido de pronto una gran simpatía por la dictadura cubana. Todo lo contrario: su abierta crítica al régimen de Maduro es la misma que mantiene con respecto al castrista; en ese punto no hay cómo perderse. Por lo mismo, el reconocimiento diplomático a Cuba no es un “hecho en sí”. Es, digámoslo de otro modo, una parte muy pequeña pero a la vez muy importante de una estrategia global que no comienza ni termina en América Latina. Se trata, en síntesis, de la misma estrategia global que llevó al presidente norteamericano a conversar con el presidente de Irán, Rouhaní, en torno al tema nuclear.

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