Hace más de cuatro siglos, un 29 de septiembre de 1547, llegaba al mundo en Alcalá de Henares el hombre que, con la sola fuerza de su ingenio, habría de forjar una de las cumbres de la literatura universal. Miguel de Cervantes Saavedra, novelista, poeta, dramaturgo y soldado, no solo nos legó la inmortal historia de un hidalgo enloquecido por la lectura, sino una lúcida y perdurable reflexión sobre la esencia de la humanidad.
La pérdida del juicio de Don Quijote es el umbral perfecto para adentrarse en el universo escrito por Cervantes. Aquel hombre que leía “las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio” hasta secársele el cerebro, no es un mero loco, sino un visionario que todavía cabalga en su Rocinante y nos recuerda que los principios más sagrados del ser humano son la libertad y el amor.
La libertad era para Cervantes, tal como la proclama su Don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Y junto a la libertad, brilla el amor, ese sentimiento que Quijote sublima en la figura de Dulcinea del Toboso. Aunque su realidad sea la de una “labradora de muy buen parecer”, él la transfigura en una princesa, porque el amor verdadero es una creación del alma. “Yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la deseo”.
Hoy, recordar a Cervantes es más urgente que nunca. En un mundo aún convulso, donde los tambores de drones y barcazas militares asoman por las costas del mundo imponiendo el ruido de las armas sobre la sabiduría de las letras, su pensamiento es un antídoto necesario.
Cervantes, el soldado de la batalla de Lepanto, fue quien, con su pluma, nos enseñó que la verdadera fuerza no reside en la violencia, sino en la razón, la imaginación y la palabra. Su vida y su obra, son un testimonio de que las letras, y no las armas, son los valores fundamentales que debemos atesorar.
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