Cómo crecer en una época de incertidumbre. Getting To growth in an age in of uncertainty.
Lograr el crecimiento en tiempos de incertidumbre.
El mundo se enfrenta a una incertidumbre excepcional. Estos cambios se suman a la incertidumbre causada por los conflictos en curso y las grandes transiciones que complican el entorno económico haciéndolo más impredecible. Los cambios tecnológicos y la revolución de la inteligencia artificial suponen un importante proceso de adaptación, al tiempo que prometen nuevas oportunidades. Los desastres naturales y los fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes siguen cobrándose un alto precio macroeconómico en muchos países.
Las tensiones comerciales y los aranceles que las acompañan están exacerbando la perspectiva de bajo crecimiento y deuda elevada. El FMI redujo sus previsiones de crecimiento a corto plazo en abril, fijándolas en el 2,8% para este año y el 3% para 2026, y las previsiones de crecimiento a cinco años continúan en el nivel más bajo de los últimos decenios.
La inflación mundial se está reduciendo, pero a un ritmo más lento y menos sincronizado que antes. Esto está causando una mayor divergencia entre las políticas de los bancos centrales, con efectos indirectos en los precios de los activos y los tipos de cambio.
Los efectos del entorno externo actual se han dejado sentir sobre todo en los países de ingreso bajo. Después de mostrarse resilientes ante una serie de shocks, como la pandemia de COVID-19 y las repercusiones de la guerra de Rusia en Ucrania, se están incorporando reformas difíciles y muy necesarias para recuperar la estabilidad macroeconómica. No obstante, en las condiciones actuales, estos países corren el riesgo de verse desviados de la trayectoria que conduce a la convergencia del ingreso y la reducción de la pobreza.
Con este telón de fondo, el principal desafío económico al que se enfrentan nuestros países miembros es el crecimiento o, más bien, la ausencia de crecimiento. Para conseguir un mayor crecimiento, los países tendrán que redoblar los esfuerzos a nivel nacional para fortalecer su estabilidad económica y financiera y mejorar su propio crecimiento potencial. En este contexto de mayor incertidumbre mundial, la tarea comienza por casa.
Es imprescindible emprender reformas transformadoras para impulsar la productividad y el crecimiento: menos burocracia, más competencia y espíritu empresarial, un sistema tributario más simple y coherente, mejores estructuras digitales, mayores niveles de participación económica y unos mercados de capital más profundos.
Se precisan políticas que restablezcan la sostenibilidad fiscal y creen márgenes de seguridad suficientes para enfrentar shocks futuros, que podrían ser recurrentes y de gran magnitud. Esto se puede hacer de forma gradual, pero hay que empezar ya, de manera que quede margen para el gasto prioritario. Cuanto más esperen los países, más drástico podría ser el ajuste.
Al tiempo que trabajan de puertas adentro, los países también deben colaborar entre sí para promover un entorno comercial estable y predecible, facilitar la reestructuración de la deuda y abordar retos comunes. El recrudecimiento de las tensiones comerciales podría reducir más aún el crecimiento a corto y largo plazo, y unas políticas divergentes y muy cambiantes o un deterioro de las expectativas podrían causar bajadas de los precios de los activos, lo que exacerbaría los riesgos para la estabilidad financiera.
En pocas palabras: el entorno actual requiere claridad, compromiso y coordinación.
El FMI está preparando y adaptando su asesoramiento para ayudar a los países miembros a hacer frente a estos desafíos excepcionales. Para ello, ha buscado puntos de vista nuevos con la creación del flamante Consejo Asesor sobre Emprendimiento y Crecimiento.
El FMI permanecerá centrado en su mandato de promover la estabilidad macroeconómica y financiera y seguirá ahondando en su labor de evaluación de los efectos indirectos de las medidas de política comercial e industrial y de análisis de los desequilibrios externos.
Conforme evoluciona el panorama mundial, el FMI se mantiene flexible y responsable ante las necesidades cambiantes de sus miembros, adaptándose según sea necesario a las circunstancias de la economía mundial y las prioridades en materia de políticas. Muestra de ello son algunas decisiones adoptadas, como el mantenimiento de unos límites de acceso más elevados o las reformas introducidas en un instrumento de préstamo clave para los países de ingreso bajo —el Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza—, que se exponen en la carta de la Directora Gerente.
El FMI también se asegura de que sus recomendaciones estén guiadas por la necesidad de proteger a los más vulnerables. Su asesoramiento en materia de política económica alienta la creación de empleo, fortalece las redes de protección social, combate la corrupción y contribuye a la equidad en el acceso a los recursos. Las iniciativas de fortalecimiento de las capacidades refuerzan los marcos institucionales y dotan a las instancias responsables de las destrezas necesarias para diseñar y aplicar políticas económicas eficaces.
Ochenta años después de su creación, el Fondo sigue valiéndose de su singular poder de convocatoria para promover la cooperación multilateral a fin de abordar los desafíos mundiales; y facilita el diálogo entre los países miembros para promover la colaboración en torno a una amplia gama de cuestiones transfronterizas.
Los tiempos y las circunstancias cambian, no así el compromiso del FMI con la promoción de la cooperación monetaria mundial, la estabilidad financiera y el crecimiento económico sostenible.
https://www.costadelsolfm.org/
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