En lugar de criticar el plan de paz de 28 puntos, los líderes europeos lo apoyaron públicamente para mantener satisfecho al presidente de EE. UU., aunque insistieron en que solo era un punto de partida para las conversaciones.

Para los dirigentes europeos, el fin de semana comenzó con otra amenaza a su relevancia, cortesía del presidente Donald Trump. ¿De verdad los estadounidenses obligarían a Ucrania a capitular, apoyarían al presidente de Rusia, Vladimir Putin, y restarían autoridad a la OTAN, todo ello sin molestarse siquiera en consultarlos?
El martes, la más reciente emergencia diplomática parecía por el momento haberse evitado, aunque no resuelto, gracias a una estrategia para manejar a Trump que los líderes europeos han ido perfeccionando a lo largo de un año de episodios similares.
Los europeos —liderados por el primer ministro británico Keir Starmer, el presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Friedrich Merz— resistieron el impulso de arremeter contra el plan de paz de 28 puntos de Trump, a pesar de su inclinación pro-Rusia. En lugar de eso, apoyaron públicamente el plan para mantener satisfecho al presidente, aunque insistieron en que solo era un punto de partida para las conversaciones.
El objetivo era ralentizar el proceso y eliminar algunas de las disposiciones que consideraban que cruzaban las líneas rojas de Europa: la ocupación rusa de amplias zonas del territorio ucraniano, la prohibición de que Ucrania se uniera a la OTAN, un límite al tamaño del ejército ucraniano y la negativa a permitir la presencia de soldados europeos sobre el terreno en Ucrania.
El martes, en una entrevista radiofónica, Macron dijo que el plan estadounidense iba “en la dirección correcta: la paz”. Pero añadió rápidamente: “Hay elementos en este plan que deben discutirse, negociarse y mejorarse”.

Para el final del fin de semana, el torbellino de diplomacia tras bambalinas parecía haber dado algo de impulso al abrupto esfuerzo de paz.
Tras una reunión al margen del Grupo de los 20 en Sudáfrica el sábado, los europeos declararon que el plan de Trump era un buen comienzo y prometieron trabajar juntos para “fortalecer” sus disposiciones.
El domingo, al término de las negociaciones en Ginebra, a las que esta vez asistieron altos diplomáticos europeos, Estados Unidos y Ucrania emitieron una declaración conjunta en la que anunciaban un “marco de paz actualizado y perfeccionado” y se comprometían a proseguir las negociaciones sobre un acuerdo que respete la soberanía de Ucrania. Los dirigentes europeos volvieron a reunirse para hablar de Ucrania el lunes, al margen de una cumbre empresarial en Angola, mientras funcionarios ucranianos y estadounidenses trabajaban para simplificar la propuesta.
El martes por la tarde, Starmer, Macron y Merz tienen previsto celebrar una reunión de la “coalición de los dispuestos”, un grupo de naciones europeas que se han comprometido a enviar soldados de mantenimiento de la paz a Ucrania una vez alcanzado un acuerdo.
Según Mujtaba Rahman, director gerente de Eurasia Group, una consultora de riesgo político, “los europeos tienen, efectivamente, un modus vivendi para tratar con el gobierno de Trump”. Dijo que el objetivo era “orientar poco a poco a Trump hacia una posición más favorable para los ucranianos y los europeos. Ese es el esfuerzo en Ginebra. Y por lo que veo, el esfuerzo parece haber tenido bastante éxito hasta ahora”.
La estrategia diplomática está impulsada en parte por una visión cambiante de cómo tratar a Trump. Elogiar al presidente funciona. Retrasar cuando sea posible. Y siempre hay que evitar el tipo de enfrentamientos personales que estallaron entre el presidente y Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, en febrero.
Los europeos también se guían por la realidad sobre el terreno. Aún dependen de Estados Unidos para obtener los sofisticados equipos y municiones necesarios para ayudar a Ucrania a luchar contra Rusia. Y a pesar de los esfuerzos por desarrollar sus propias industrias militares, seguirán necesitando la ayuda estadounidense para proteger a sus países durante años, o incluso décadas.
“Europa puede hacer mucho, y podría hacer más, y puede gastar más dinero, y puede construir más cosas”, dijo Richard Fontaine, director ejecutivo del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense, un grupo de reflexión con sede en Washington. “Pero no puede sustituir a Estados Unidos como socio en materia de seguridad e inteligencia”.

No está claro si las intervenciones europeas del fin de semana tendrán un efecto duradero, dadas las vicisitudes de las negociaciones anteriores. Varios diplomáticos y analistas comentaron el lunes que dudaban de que un acuerdo satisfactorio para los europeos llegara a ser aceptado por Rusia.
Además, sigue sin haber un camino claro hacia la paz entre Ucrania y Rusia, debido al gran abismo existente entre las exigencias de Putin de controlar las tierras del este de Ucrania y la negativa de Zelenski a ceder territorio. Algunos observadores veteranos de la diplomacia europea afirman que los dirigentes del continente están haciendo muy poco para imponerse en nombre de una de sus propias naciones en apuros.
“Apesta a debilidad, a falta de convicción y fuerza”, dijo Ivo Daalder, exembajador estadounidense ante la OTAN. “Lo que ocurre es que Europa queda excluida una y otra vez, y luego se sorprenden cuando los dejan de lado. Y después se dedican a limitar los daños”.
Europa ya se ha encontrado antes en esta situación, luchando por tener algo de influencia mientras Trump y su equipo hacen declaraciones con profundas implicaciones para el continente.
Los políticos de toda Europa se inquietaron en febrero, cuando el vicepresidente JD Vance habló de lo que parecía ser una posible retirada estadounidense del continente. En los meses siguientes, Estados Unidos puso a prueba en repetidas ocasiones la influencia y la autoridad de Europa.

En cada ocasión, los presidentes y primeros ministros europeos respondieron dialogando en lugar de enfrentarse a su homólogo estadounidense.
En abril, Trump declaró el “Día de la Liberación”, anunciando que impondría aranceles enormes en todo el mundo, incluidas las principales economías de Europa. Los líderes políticos respondieron ofreciéndose a negociar, y en la mayoría de los casos llegaron a acuerdos menos onerosos que aquellos con los que Trump había amenazado.
Hace dos meses, Trump presentó abruptamente un plan de paz destinado a poner fin a la guerra entre Israel y Hamás en Gaza. A los diplomáticos europeos les sorprendió la propuesta inicial, que calificaron en privado de demasiado proisraelí y logísticamente inviable.
En lugar de criticar el plan, lo aceptaron. Starmer emitió rápidamente una declaración en la que afirmaba que la propuesta de Estados Unidos era “profundamente bienvenida y agradezco el liderazgo del presidente Trump”. Al mismo tiempo, funcionarios europeos trabajaban entre bastidores para modificar la propuesta, añadiendo una redacción más contundente sobre la ayuda a Gaza y la necesidad de establecer finalmente un Estado palestino.

En menos de una semana, las Naciones Unidas aprobaron una resolución que respaldaba una versión del plan de Gaza de Trump, pero con algunos cambios pequeños.
Ahora, los líderes europeos lo están intentando de nuevo con Ucrania.
Fontaine, el analista, dijo que se sintió aliviado al enterarse el lunes de que el plan de paz de 28 puntos del presidente ya había sido modificado significativamente tras las conversaciones del fin de semana. Eso es señal, dijo, de que los europeos han encontrado una forma de relacionarse con Trump que beneficia a sus objetivos a largo plazo.
“Podría parecer la mejor y última oferta, pero a menudo es una posición negociadora”, dijo sobre las propuestas de Trump.
Otros sienten menos optimismo respecto a la capacidad de Europa para dirigir su propio destino en los próximos meses y años.
Edward Arnold, investigador principal del Real Instituto de Servicios Unidos para Estudios de Defensa y Seguridad, con sede en Londres, dijo que, con Trump, Washington estaba dispuesto a pasar por encima de los europeos para conseguir lo que quería en Ucrania y otras cuestiones.
“El hecho de que hayan delegado su protección militar a Estados Unidos durante tanto tiempo significa que también han delegado su influencia diplomática”, dijo Arnold refiriéndose a los dirigentes del Reino Unido, Francia, Alemania y otros países europeos. “Es muy, muy difícil que los europeos vuelvan a entrar en el juego”.
Catherine Porter colaboró con reportería desde París.
Michael D. Shear es un corresponsal sénior del Times que cubre la política y la cultura del Reino Unido y la diplomacia de todo el mundo.
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