El centro de la moral pasa porque el ser humano debe considerar a los otros individuos como fines en sí mismos y no como instrumentos. Immanuel Kant.
La vida se ha definido de múltiples formas o de muchas maneras. Lo cierto es que la vida es una constante toma de decisiones. La indecisión – decía Daniel Habif- es una de las manifestaciones más crudas de cómo nos dejamos vencer. Las decisiones sólo se materializan cuando las convertimos en acciones y “una de las artimañas de las que se vale el miedo es hacernos dudar de si elegimos las acciones adecuadas”, repetía Habif.
De modo que a la hora de decidir son importantes dos dimensiones: a) qué cantidad de información tenemos en nuestra mente, y, b) cómo la procesamos. En esta disyuntiva debemos evitar dos cosas: los sesgos, que son mecanismos equivocados de sistemas de pensamientos que usamos de manera repetida sin comprender que pueden influenciar los juicios que hagamos; y la falacia, que es un engaño que nos hacemos involuntariamente para sostener un discurso. Los sesgos tienen que ver con el funcionamiento de la maquinaria, las falacias, en cambio, tienen que ver con la materia prima. En todo caso, como dice el autor nombrado, “tomar decisiones y aceptar tu identidad es el mayo precio para conservar tu dignidad.”
Cuando llegamos a la etapa de nuestras vidas en que hace presencia la vejez, nos damos cuenta que la soledad es una de las situaciones más complicadas que enfrenta el ser humano. Es un camino que se bifurca en dos senderos. Uno puede llevarnos a una fuente de gozos y descubrimientos; el otro a un tormento que afectará tu salud y tu calidad de vida. Es cuando entendemos que no es lo mismo estar sólo que sentirse sólo. Qué la soledad, como la cataloga Habif “puede ser un espacio atiborrado de gente, una multitud que en vez de llenarte, deja tu alma totalmente desolada.”
Muchas veces son nuestras acciones las que nos condenan a una cárcel de silencio y vacío: la timidez, el desequilibrio en las expectativas; la incapacidad para expresar los sentimientos; la tiranía de los prejuicios; la limitación de aceptar nuestro cuerpo y nuestros talentos; el terror a la crítica; la ausencia del perdón; la decepción de pareja o familiar; y la tolerancia del mal que nos rodea. En todo caso, como lo afirma Habif, “si eres capaz de amar sin límites, también lo eres de morir sin remordimientos.”
La queja constante y la actitud de victimización son expresiones de un miedo al entorno. Nos sentimos desprotegidos en un mundo que está contenido sobre fuerzas que no podemos controlar. Cuando se siente que no existen mecanismos para alterar lo que nos espera en el futuro, nos inhibe, a causa del miedo, lo que nos sucede, y en esto, de acuerdo con Habif, “es que depositamos las responsabilidades que nos corresponden en poderes ajenos.”
No obstante, la vida te enseña como ya se ha escrito antes, que a la pareja se le conoce en el divorcio, a los hermanos en la herencia, a los hijos en la vejez, a los amigos en las dificultades y a los imbéciles en las elecciones. De todas maneras, como lo expresara Yuval N. Harari, la humanidad está perdiendo la fe en el relato liberal que ha dominado la política global en las últimas décadas, exactamente cuando la fusión de la biotecnología y la infotecnología nos enfrenta a los mayores desafíos que la humanidad ha conocido.
Parece obvio que en un mundo inundado por la información irrelevante, la claridad es poder y la vejez se nos hace más difícil, lo cual nos hace preguntarnos como lo hiciera Harari “Puede la inteligencia artificial crear una comunidad global que salvaguarde la libertad y la igualdad humanas?. En todo caso, nuestra decisión es no dejarnos vencer por la soledad y seguir viviendo hasta que Dios quiera.y el hombre se disponga a alargar nuestra existencia con sus descubrimientos y creatividad.
nevillarin@gmail.com
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