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Los aranceles del "Día de la Liberación" del presidente estadounidense Donald Trump pudieron haber sido "pausados" casi inmediatamente después de su introducción en abril -una prórroga recientemente extendida hasta el 1 de agosto-, pero enviaron un mensaje claro: los países de todo el mundo deben adaptarse a una nueva era de diplomacia económica coercitiva. Elegir bando en una competencia entre superpotencias no es el enfoque que la mayoría de los gobiernos están adoptando.
Para China, las acciones de Trump -que han socavado gravemente la confianza en Estados Unidos- parecen una oportunidad para fortalecer su influencia global. Para ello, el país ha intensificado su estrategia de seducción, con la visita del presidente Xi Jinping a Camboya, Malasia y Vietnam -países a los que China llama "víctimas" de los aranceles estadounidenses- para cerrar acuerdos bilaterales en materia de salud, tecnología, agricultura y educación.
China también levantó algunas sanciones contra la Unión Europea, que se está viendo afectada no solo por los aranceles de Trump, sino también por su evidente falta de compromiso con la OTAN. Y, en una reunión con su homólogo nigeriano, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, se comprometió a colaborar con los países africanos para "rechazar el proteccionismo", "oponerse a la intimidación" y defender la "equidad y la justicia". "China aportará certidumbre a este mundo incierto", declaró Wang.
Muchos de estos gobiernos no se oponen a una cooperación más estrecha con China y podrían aprovechar la oportunidad de demostrar a Estados Unidos que tienen opciones. Pero hay pocos motivos para esperar el giro geoestratégico hacia China que el gobierno de Xi intenta orquestar. Después de todo, China tiene su propio historial de diplomacia coercitiva.
Cabe destacar que China ha logrado un control efectivo sobre el flujo de tierras raras, cruciales para innumerables tecnologías modernas, desde teléfonos inteligentes hasta turbinas eólicas y dispositivos médicos. En 2010, China detuvo las exportaciones de tierras raras a Japón durante dos meses debido a una disputa pesquera. En abril, suspendió dichas exportaciones casi por completo, lo que pone de relieve su capacidad para instrumentalizar cadenas de suministro críticas. De igual manera, China ha demostrado un patrón de restricción de las importaciones de países con los que mantiene desacuerdos, a menudo bajo el pretexto de imponer normas de salud y seguridad.
En lugar de sustituir un poder coercitivo por otro, los países están adoptando una "globalización protegida", mediante la cual cultivan redes de alianzas diversas que limitan su exposición a cualquiera de las dos superpotencias. El Sudeste Asiático, un frente clave en la rivalidad entre Estados Unidos y China, lidera el camino.
Conscientes de sus divisiones históricas y disputas territoriales, los líderes de los países miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) llevan mucho tiempo buscando impulsar la paz y la estabilidad mediante la cooperación. Sin embargo, este esfuerzo ha cobrado un nuevo impulso recientemente. En la encuesta sobre el Estado del Sudeste Asiático de 2025, la mayoría de los encuestados expresó su apoyo al fortalecimiento de los lazos intra-ASEAN.
Sin embargo, los lazos intrarregionales son solo una parte de la agenda de cobertura. Casi el 52% de los encuestados sobre el Estado del Sudeste Asiático considera ahora a la UE como el segundo socio extrarregional de mayor confianza de la región (después de Japón), frente al 41.5% del año pasado, superando a Estados Unidos.
Como lo expresó el viceprimer ministro de Singapur, Gan Kim Yong, en el reciente Foro Nikkei sobre el Futuro de Asia, además de redoblar los esfuerzos en la integración regional, Asia debe establecer una alianza ágil con socios afines. Además de una mayor colaboración con la UE, Singapur busca oportunidades con Chile, Perú y el Mercosur (integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), una mayor cooperación con el Consejo de Cooperación del Golfo y el fortalecimiento de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) y el Acuerdo Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP).
De igual manera, el recién nombrado ministro de Comercio de Corea del Sur tiene un historial de defensa de la participación del país en el CPTPP, que no incluye ni a Estados Unidos ni a China (aunque esta última ha solicitado su adhesión). Esto representa no solo un deseo de mayor acceso al mercado, sino también un compromiso con una globalización basada en normas, en lugar de una orientada a acuerdos.
Canadá también se está distanciando cada vez más de Estados Unidos debido a los aranceles de Trump, sus llamados a convertirse en el estado número 51 de EU y sus insultos personales. Pero Canadá no olvidará pronto las enérgicas represalias de China por el arresto en 2018 (a petición de Estados Unidos) de Meng Wanzhou, alta ejecutiva del gigante tecnológico chino Huawei. China impuso aranceles a varias importaciones canadienses; suspendió por completo las importaciones de carne de res canadiense; y detuvo a dos ciudadanos canadienses. Los "dos Michaels" estuvieron retenidos durante casi tres años, el tiempo que tardó Estados Unidos en acceder a la liberación de Meng. Para evitar depender de ninguna de las dos superpotencias coercitivas, el primer ministro Mark Carney ha impulsado acuerdos comerciales con la ASEAN, la UE y el Mercosur. Y en América Latina, Brasil y México están optando por dejar de lado su rivalidad histórica para forjar una cooperación bilateral más profunda.
Lo mismo ocurre con el otro aliado más cercano de Estados Unidos, la UE, cuya búsqueda de "autonomía estratégica" refleja un claro deseo de reducir su dependencia tanto de EU como de China, a la vez que se protege de las amenazas que plantea Rusia. Además, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha defendido el fortalecimiento de los vínculos comerciales y de inversión con la ASEAN y el CPTPP, señalando que estas medidas impulsarían la seguridad económica de Europa. Suecia pide que la UE se convierta en miembro de pleno derecho del CPTPP, lo que crearía una zona de libre comercio que representaría casi el 30% del PIB mundial.
El surgimiento de la globalización protegida refleja el deseo de la mayoría de los países de aislarse de la competencia actual entre las superpotencias. Si bien pueden hacer concesiones para evitar aranceles y sanciones a corto plazo, también se esforzarán por reducir su vulnerabilidad a dichas amenazas.
Pero para que un sistema basado en la globalización protegida funcione, el liderazgo es vital. Aquí es donde entran en juego las potencias intermedias: deben colaborar para mantener un diálogo basado en normas, crear espacio para que los estados más pequeños promuevan sus intereses y actuar como un ancla estabilizadora para la economía global. Solo así podrán los países evitar ser rehenes de las superpotencias mundiales y, en cambio, forjar sus propios caminos con socios que compartan su deseo de un orden económico abierto y estable.
El autor
Yeling Tan, profesor de Políticas Públicas en la Escuela de Gobierno Blavatnik de la Universidad de Oxford, es investigador principal no residente del Instituto Peterson de Economía Internacional y autor, más recientemente, de Disaggregating China, Inc.: State Strategies in the Liberal Economic Order (Cornell University Press, 2021).
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