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jueves, 20 de febrero de 2025

Liberar a los rehenes: la urgencia absoluta para Israel Por Kenneth Jacobson


Al presenciar la reciente liberación de tres rehenes israelíes, no solo hubo alegría por el reencuentro de las familias, sino también horror por el aspecto de los rehenes liberados. Visiblemente demacrados y debilitados, como fue evidente al comparar las fotografías de su aspecto antes del 7 de octubre con las imágenes que teníamos ante nuestros ojos, su estado confirmó las terribles condiciones y trato que los rehenes están soportando en su cautiverio y la urgencia de recuperar cuanto antes a todos los rehenes restantes.

Todo esto fue producto del acuerdo entre Israel y Hamás para liberar a los israelíes por etapas a cambio de miles de prisioneros palestinos, muchos con las manos manchadas de sangre, y con el compromiso de Israel de respetar un alto el fuego. Aunque la gran mayoría de los israelíes apoyaron este acuerdo, existen preocupaciones legítimas relacionadas con la liberación de terroristas: el temor a que muchos de ellos reincidan en atentados terroristas contra Israel, como ocurrió con los liberados en el acuerdo de Gilad Shalit. También plantea un dilema moral para las familias que sufrieron pérdidas a manos de los terroristas que ahora pueden quedar en libertad. 

No se trata de objeciones menores, pero el trasfondo de este acuerdo fue muy diferente al de mayo pasado, cuando se planteó un acuerdo similar. Aunque surgió el clamor de que Israel podría haber llegado a un acuerdo similar hace meses, cuando los rehenes sin duda habrían estado en mejores condiciones que hoy —una perspectiva legítima—, también hay que tener en cuenta que en aquel momento Israel no había logrado ningún objetivo estratégico significativo para proteger a su población.

No solo Hamás no estaba derrotado, sino que sus principales apoyos en la región —que le permitieron cometer sus atrocidades el 7 de octubre— seguían siendo tan poderosos como siempre. Hezbolá amenazaba el norte de Israel con sus decenas de miles de misiles, que obligaron a 70.000 israelíes a abandonar sus hogares. Irán no solamente financiaba e inspiraba a Hamás, sino que lanzaba repetidos ataques con misiles contra Israel. Y Siria seguía siendo un vehículo para el traslado de armas y municiones de Irán a Hezbolá. 

En este contexto, aunque se podrían haber presentado poderosos argumentos a favor de convertir la liberación de los rehenes en una prioridad inmediata, el argumento de que poner fin a la guerra en ese momento dejaría a Israel en una situación de seguridad peligrosa —no solo frente a Hamás, sino en la región en general, donde el 7 de octubre se vio como un indicador de vulnerabilidad israelí que no se había experimentado en décadas— era igualmente fuerte. En resumen, en aquel momento existían legítimas reivindicaciones opuestas sobre las prioridades israelíes que hacían que la propuesta de mayo, por muy humana que fuera, resultara menos atractiva.

Hoy, como se ha señalado, aunque no se pueden descartar las objeciones legítimas al acuerdo, la situación de Israel ha cambiado drásticamente, haciendo que la necesidad de dar prioridad a la liberación de los rehenes sea la máxima preocupación para los líderes israelíes y su pueblo.

Incluso mientras Hamás pretende mostrarse como si hubiera ganado, la población de Gaza sabe que las atrocidades de Hamás han causado su propia devastación. Su capacidad para ser una amenaza militar seria se ha visto muy mermada, incluso cuando intentan presentarse como una fuerza viable. Al mismo tiempo, el hecho de que no haya surgido una alternativa al control de Hamás en Gaza representa un gran desafío y abrió el camino a la radical propuesta del presidente Donald Trump para Gaza.

Mientras, Israel ha debilitado a Hezbolá con sus precisas operaciones militares que abren la posibilidad de un Líbano no controlado por este agente de Irán. Además, Irán ha demostrado ser vulnerable a los ataques aéreos israelíes de una manera inesperada, lo que ha puesto a la República Islámica a la defensiva y, al menos por ahora, le ha impedido apoyar a sus aliados como lo había hecho hasta ahora. Y, como resultado de todo esto, las fuerzas opositorias en Siria pudieron alzarse, sabiendo que Irán, Hezbolá y Rusia no podían intervenir para derrocar al régimen de Al-Assad.

En resumen, aunque las objeciones a los acuerdos sobre los rehenes siguen teniendo validez, la situación estratégica de Israel, junto con las imágenes de los liberados, hace aún más urgente la necesidad de recuperar a los demás antes de que sea demasiado tarde. Está claro que Israel debe centrar todos sus esfuerzos en la liberación de todos los rehenes, pues es su prioridad más urgente. 

Unámonos todos a ese esfuerzo y evitemos discutir sobre decisiones pasadas que estaban llenas de complicaciones.                   

Kenneth Jacobson es subdirector nacional de la Liga Antidifamación (ADL).

La entrada Liberar a los rehenes: la urgencia EL NACIONAL.

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