Cerca de tres años después de que estallara la guerra en Ucrania debido a la invasión rusa, los ucranianos asisten a las negociaciones impulsadas por EEUU entre el recelo hacia el presidente Donald Trump y la esperanza de que ponga fin al conflicto con garantías de seguridad que eviten nuevas agresiones del Kremlin.
“Aunque la política no es mi fuerte, quiero creer que, como ha prometido Trump, pondrá fin a la guerra en nuestro país”, dice a EFE Marina Taranuja, una ucraniana que regenta dos salones especializados en el cuidado del cabello en la urbe de Dnipró del centro de Ucrania.
Taranuja es natural de Pokrovsk, uno de los bastiones ucranianos en la región oriental de Donetsk. Las fuerzas rusas están a unos pocos kilómetros de la ciudad, a la que tratan de acercarse con el mayor despliegue de hombres y armamentos de todo el frente.
Los padres de Taranjua siguen viviendo allí, y su hermano combate con el Ejército ucraniano para defender el territorio.
“Esperamos despertarnos una mañana y que nos digan que la guerra ha terminado”, dice la mujer, que también anhela que su ciudad natal permanezca bajo control ucraniano y no vuelva a ser objetivo de una invasión rusa. “Espero que mi familia no quede separada y que podamos volver a casa”, declara.
Mucho poder y “poco cerebro”
También quiere que termine la guerra Konstantin Olénich, un joven desempleado de Dnipró que no muestra simpatía por Trump, pero sabe que el futuro de su país depende en gran medida de EEUU.
“Mi opinión sobre Trump es que es una persona oscura con mucho poder y poco cerebro, pero somos un país no muy poderoso y necesitamos aliarnos con él”, dice a EFE Olénich en el centro de esta urbe que da nombre al río que atraviesa Ucrania.
Después de casi tres años de guerra, Olénich considera que su país no está en condiciones de seguir luchando.
Pese a que tacha de “egoísta” la actitud de los EEUU hacia Ucrania -de la que la administración Trump quiere cobrarse todo el apoyo ofrecido hasta ahora por Washington con la explotación de sus recursos naturales-, el joven apela al realismo: “Por desgracia, dependemos de ellos”.
Liza Krávchenko es estudiante de Medicina en Dnipró y también confía en que las negociaciones impulsadas por Trump lleven al final del conflicto.
«La situación es dramática. Es muy duro para nuestros muchachos, nuestros niños, nuestros mayores. Soy estudiante de Medicina y para mí es muy difícil ver a los soldados heridos cuando vienen a nuestra clínica, a los niños, y por eso quiero que termine la guerra», declara a EFE antes de tomar el autobús que le llevará desde Dnipró hasta su pueblo en la misma región de Dnipropetrovsk, a la que las fuerzas rusas se han acercado peligrosamente en los últimos meses.
«Rusia volverá a intentar subyugarnos»
Las aspiraciones de volver a vivir en paz conviven con el miedo a que Trump entregue a su país a los rusos en los pensamientos de Yuri Popov, un informático de Dnipró que alude a las simpatías que el presidente de EEUU ha mostrado repetidamente por el presidente ruso, Vladímir Putin, y lamenta el nulo reconocimiento que el magnate neoyorquino convertido en político ha mostrado hacia la resistencia de los ucranianos.
“Aquí sabemos perfectamente que Rusia volverá a intentar subyugarnos, y tengo la sensación de que Trump se ha creído el cuento de Putin de que sólo quiere la paz y no sentirse amenazado por los ucranianos”, dice Popov recordando que la región de Dnipropetrovsk ya estuvo en el punto de mira de los rebeldes prorrusos en 2014, cuando milicias leales al Kremlin se rebelaron contra el Gobierno de Kiev en la mitad oriental de Ucrania.
Menos política muestra en sus comentarios Alina Mamédova, natural de Dnipró y una de las integrantes del movimiento espiritual Hare Krishna que recorren ciudades ucranianas y de todo el mundo cantando y bailando para promover la armonía y el entendimiento con el mantra que les da nombre.
“Espero que se acaben todas las guerras, no sólo esta guerra, porque no tenemos sólo esta guerra. En cada familia y dentro de nosotros tenemos una guerra, una pequeña guerra», dice Mamédova, cuyo nombre espiritual es Amrita Charanami, durante una salida por el centro de Dnipró con otros integrantes de Hare Krishna.
EFE
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