Hay un movimiento general en el mundo por parte de los Estados o gobiernos contra el poder de las Big Tech, los grandes monopolios u oligopolios tecnológicos, desde EEUU, cuna de estas empresas en Occidente, a Bruselas (y Londres), pero también China. El Foro Económico Mundial, en su último informe de Riesgos Globales para los próximos años, cita el de la “concentración de poder digital” en sexto lugar (por probabilidad, no por impacto). Para impedirlo, entre estos actores no hay coincidencia ni en los objetivos buscados ni en los métodos elegidos, salvo en impedir que se asfixie la innovación.
China
El régimen chino ha frustrado la importante salida a bolsa del Grupo Ant, la financiera tecnológica del gigante Alibaba, fundado por Jack Ma, que había criticado públicamente el modelo arcaico de los bancos chinos. Responde al temor a perder el control sobre los instrumentos del crédito que, como bien recuerda Eugenio Bregolat, son tan importantes para el sistema chino, y al temor a que se generen inestabilidades en el sistema. La decisión se debió tomar con la aprobación de la cúspide, es decir, del propio presidente Xi Jinping, como señaló Nikkei Asia, en un análisis recomendable. Alibaba ha sido sometida a una investigación antimonopolio. Ma ya había dimitido, y su sucesor en Alibaba Daniel Zhang ha hecho un acto de contrición público.
No se trata sólo de quebrar la rebelión o el enfoque de Jack Ma, sino en general de volver a recuperar el control sobre las grandes tecnológicas chinas, tras años de laxitud sobre su crecimiento y prácticas oligopolísticas. El regulador antimonopolio, la Administración del Estado para la Regulación del Mercado, ha hecho público por vez primera un informe proponiendo reglas para impedir que las grandes plataformas de Internet bloqueen la competencia. El Banco de China ha hecho propuestas en esta línea para su sector. En algunos aspectos el régimen chino va más lejos que la regulación occidental pues no se limita a vigilar cuotas de mercado, sino también los intereses de los consumidores. El régimen se plantea limitar la capacidad de actuación de Ant, e incluso entrar en el capital de estos conglomerados privados. El capitalismo chino está cambiando.
Es decir, que el movimiento dentro de China va más allá del caso de Jack Ma. Quizá el régimen haya aprendido de los rusos cómo doblegar el poder de los oligarcas. Las plataformas son un instrumento de control político, y, también en China, la profusión de redes sociales y agregadores de noticias dificulta la censura. Alibaba, Tencent y Baidu (conocidas como las BAT) tienen cada una más de 1.000 millones de usuarios y llevan a cabo una política agresiva de compra de start-ups. Recuperar el control es, pues, una de las prioridades del régimen. Incluso hay una cierta rebelión de los consumidores en China contra las plataformas de ventas o servicios que usan los datos personales que recaban para subir precios.
EEUU
En EEUU ha crecido el movimiento para limitar el poder y alcance de las grandes tecnológicas, sobre todo las llamadas GAFA (Google –o su empresa madre Alphabet–, Amazon, Facebook y Apple). Se han puesto en marcha procedimientos por parte del Departamento de Justicia (que previsiblemente continuarán en una Administración Biden) contra Google y Facebook, de la Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) y de 46 estados. Los servicios Demócratas del Subcomité Antimonopolio del Comité de Justicia del Congreso habían elaborado antes de las elecciones un dictamen sobre “La investigación de la competencia en los mercados digitales”, que plantea varias posibilidades.
Más que cambiar las reglas, se busca cambiar la situación. No es probable que la Administración Biden, que tiene tantos frentes abiertos, promueva como prioridad inmediata una nueva legislación pro-competencia, anti-trust, sino que previsiblemente se basará en la existente, esencialmente la Ley Sherman de 1890, que ha vuelto a invocarse contra Google. Pero la de Biden no será tan permisiva con las Big Tech como lo fue la Administración Obama. California sí avanza más en materia de regulación, pero por ello mismo algunas empresas, sobre todo start-ups, están abandonando Silicon Valley –el tecxódo, se lo está llamando– por otros lugares más propicios a sus fines.
Un objetivo básico es fomentar la competencia, la innovación y la creatividad, y para ello frenar algunas adquisiciones por las Big Tech, justamente para devorar a posibles competidores. Es lo que ha pasado cuando Facebook adquirió Instagram y WhatsApp, o Google con YouTube. También se trata de evitar acuerdos entre grandes, que frenen la competencia, como el que llevó a Apple a integrar el buscador de Google en sus dispositivos. O para el reparto de la publicidad digital.
Hay muchas reticencias en EEUU a trocear las grandes tecnológicas, como en su día se hizo con las petroleras, las eléctricas o las telefónicas. Hay casos en que sí sería relativamente sencillo (por ejemplo, separar a WhatsApp de Facebook). Pero a menudo las tecnologías están imbricadas. Estas empresas, además, invierten mucho en Inteligencia Artificial y otras tecnologías en las que EEUU está en competencia, con consecuencias geopolíticas, con China.
Como en Europa, ante los procesos de desinformación vividos, se plantea además la cuestión de que las plataformas se responsabilicen de la veracidad de los mensajes que transportan, algo que tampoco es fácil de conseguir sin vaciar una parte importante del sistema de funcionamiento de las redes sociales. Que Apple y Google hayan expulsado de su espacio –y Amazon de sus servidores– una app como Parler, con contenidos de extrema derecha, plantea un problema central: ¿son las grandes plataformas privadas las que han de regular el espacio público de debate, o han de hacerlo, como se propone más desde Europa, las autoridades públicas? Es de Europa, concretamente Angela Merkel, de donde, en nombre de la libertad de expresión, han surgido críticas más duras a la prohibición de las cuentas de Trump en Twitter y Facebook, entre otros. Europa quiere que se regulen las plataformas de modo que se hagan responsables de lo que portan, pero no está a favor de este tipo de censura. No es aceptable que las grandes plataformas de redes sociales tomen decisiones por su cuenta, ha apuntado la Comisión Europea.
UE (y el Reino Unido)
A diferencia de EEUU, en la estela de varios Estados miembros que lo pidieron en octubre, la UE pretende aprobar reglas para cambiar los modos en que las Big Tech operan. La UE está orgullosa del alcance global de algunas de algunas de sus regulaciones (como el Reglamento General de Protección de Datos). Su política de competencia es estricta y en marzo multó a Google con 1.760 millones de euros por abuso de dominio de mercado en publicidad online. La Comisión Europea, a la que ha asesorado en estos temas Jason Furman, que trabajó para la Administración Obama, ha presentado a finales del año pasado dos iniciativas de gran calado: las propuestas de Reglamento de Servicios Digitales, esencialmente para responsabilizar a las plataformas sobre contenidos (con la amenaza de cuantiosas multas), y el Reglamento de Mercados Digitales para limitar las actividades de algunas de estas empresas, sobre todo contra los “guardianes”, los gatekeepers, pues otras compañías han de usar sus servicios para sus propios negocios, y son capaces de dictar cómo han de funcionar los mercados. Estas propuestas han sido recibidas con uñas por algunas grandes estadounidenses, pero la comisaria de la Competencia, Margrethe Vestager, les ha advertido que la alternativa a una legislación europea es una multiplicidad de regulaciones nacionales, algunas más duras. También la Autoridad de Competencia y Mercados británica propone un nuevo código de conducta y una nueva Unidad de Mercados Digitales que pueda imponer multas significativas.
No parece probable, pese a las advertencias de los comisarios Margrethe Vestager y Thierry Breton, que ante una nueva Administración en Washington, con la que quiere recomponer las relaciones transatlánticas, la UE se lance a intentar trocear por su cuenta las grandes empresas estadounidenses. Pero quiere abrir espacios a sus propias empresas. Europa ahora, según un informe, dice haber generado 120 unicornios (tecnológicas de más de 1.000 millones de dólares de valor) en la última década.
Desde Europa, en un espejo invertido del chino con Ant, los bancos tradicionales piden que se regule las fintech para poder competir en igualdad de permanecer en el negocio, como reclama, por ejemplo, Ana Botín, presidenta del Santander, para la cual “las grandes empresas tecnológicas se están convirtiendo en plataformas de préstamo sin tener que cumplir con la mayoría de la normativa bancaria”.
Ante las Big Tech, todos, Europa, EEUU y China, parecen estar en un juego aparentemente similar, pero con grandes diferencias, que tenía que llegar tras años de crecimiento sin control de estas empresas. También se trata de estar en buena posición de competir desde los gobiernos (o la UE) por los estándares internacionales, incluidos los impuestos a pagar por estas empresas.
Elcano - https://blog.realinstitutoelcano.org/ - Digalo ahi Digital
Ante las Big Tech, todos, Europa, EEUU y China, parecen estar en un juego aparentemente similar, pero con grandes diferencias, que tenía que llegar tras años de crecimiento sin control de estas empresas. También se trata de estar en buena posición de competir desde los gobiernos (o la UE) por los estándares internacionales, incluidos los impuestos a pagar por estas empresas.
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