En un año económico de retracción para la economía mundial y regional asiática, China parece ser la excepción. Según el Banco Asiático de Desarrollo (ADB), la región sufrirá la peor contracción económica en seis décadas a excepción de China, cuyo Producto Interno Bruto crecerá 1,8% en este 2020. Similar estimación presenta The Economist Intelligence Unit, con el 1,7% de expansión para el «dragón asiático». Como resultado, el escenario de recuperación revierte expectativas negativas y determina decisiones macro y microeconómicas bajo premisas de un mayor salto en el crecimiento para 2021 (7,7%, según el ADB).
Esas tendencias se fundamentan en varios factores. En primer lugar, un amplio menú de incentivos gubernamentales aplicados para moderar el impacto de la pandemia; compuesto por exenciones fiscales, transferencias directas a hogares vulnerables, emisión especial de bonos e inversiones en infraestructura urbana con el fin de recuperar el empleo. Todo eso suma un paquete equivalente al 4,5% del PIB, de acuerdo con el Peterson Institute for International Economy (PIIE). Como consecuencia directa, la economía china crece sostenida por mayor actividad interna, mejoras en la construcción y, como lo demuestra el Indicador de actividad industrial, en abril volvió a subir, la normalización de circuitos productivos, producción manufacturera y cadenas logísticas.
Un tercer canal de recuperación es verificable a través del incremento gradual del consumo interno (38,8% en 2019), particularmente de bienes suntuarios (propiedades y automóviles) y productos básicos (alimentos, bebidas, alcohol y tabaco). También los servicios como catering, turismo y entretenimiento, se han visto favorecidos por una mayor movilidad interna y el cese del aislamiento en grandes centros urbanos. Con US$ 10.261 del PBI per cápita (PPP, Banco Mundial) los incrementos en consumos domésticos son impulsados por una dinámica clase media urbana.
Otros indicadores confirman la senda de recuperación. Según la Administración General de Aduanas de China, como producto de la mayor actividad industrial las exportaciones crecieron 9,5% durante el mes de agosto; por contrapartida, las importaciones cayeron 2,1 %, retraídas por menor actividad. Un dato no menor en el sector externo surge al observar la relación económica con Estados Unidos. A pesar de la escalada “guerra comercial y tecnológica”, y de acuerdo con estadísticas de agosto del Banco Mundial, Estados Unidos es el país que más recibe exportaciones chinas y ocupa el cuarto lugar como origen de sus importaciones, lo cual configura un entorno de impacto negativo limitado por concepto de barreras y sanciones. En esta fase de recuperación económica para China, ha sido determinante el papel desempeñado por el sector privado, que contribuye con el 60% del PIB, aporta el 70% de las innovaciones, el 80% del empleo urbano y el 90% de los nuevos puestos de trabajo.
En línea con el escenario de recuperación económica en V, el gobierno central promueve una mayor apertura del sector financiero al capital extranjero, acelera la automatización (robotización) de los procesos productivos, alienta la digitalización en gobierno, empresas y educación mediante el empleo de la inteligencia artificial (AI) y tecnologías 5G. Retroalimenta estas dinámicas de impulso la persistencia de planes de mediano y largo plazo sobre innovación y desarrollos en C&T como el Made in China 2025, Standares 2035 y High Technology Society in 2050. En este orden, el Poder Legislativo (APN) aprobó en mayo de 2020, un paquete de inversiones en nuevas tecnologías para el próximo quinquenio por un valor de US$ 1,4 billones. Todo en función de ganar competitividad económica y cerrar la brecha tecnológica que separa aún a China de Occidente.
Obviamente persisten riesgos para la economía china tales como mayor aversión al riesgo ante ruptura de cadenas de provisión, posible retirada de firmas extranjeras y su relocalización en economías con menores costos laborales como las del sudeste asiático, disputas comerciales con Estados Unidos o tensiones geopolíticas; sin embargo, el análisis costo-beneficio dicta hasta el presente que, lejos de “salir de China”, la mayor parte de las firmas extranjeras (en especial estadounidenses, europeas y japonesas) aspira mantener operaciones en China y así captar beneficios derivados de la nueva fase de crecimiento.
China: ¿un salvavidas para América Latina y el Caribe?
Como contrapartida, la Comisión económica para América Latina y el Caribe (Cepal) pronostica la peor contracción económica regional acompañada de una caída estimada del 23% en el comercio internacional. Como consecuencia directa, en América Latina y el Caribe se agudizarán problemas estructurales de desempleo, trabajo precario e informal, pobreza, marginalidad e inequidad. En este contexto, la recuperación china puede mitigar efectos adversos, pero no funcionará como locomotora para una rápida recuperación tal como ocurriera a comienzos del siglo XX. Según la misma organización, si bien las exportaciones a China bajaron menos de 2% entre enero y mayo, evidencian signos de recuperación coherentes con una mayor actividad interna en dicho país.
El comercio entre China y América Latina y el Caribe aumentó de US$ 17.000 millones en 2002 a US$ 315.000 millones en 2019 y nuestra región desempeña un rol “contribuyente o subsidiario” respecto a sendas estrategias sobre seguridad alimentaria y energética que rigen las compras externas chinas. Para América Latina y el Caribe (ALC) China es un “socio estratégico” en el plano comercial, fuente de inversiones y proveedor de financiamiento dirigido a proyectos de infraestructura hard y digital. Para China, ALC destaca por sus activos naturales; considerada una “extensión natural” de la Ruta de la Seda (OBOR), ALC presenta un escenario de oportunidades para el despliegue de redes 5G.
En agronegocios, China ha sido y es un destino clave para las exportaciones de economías productoras, en particular sudamericanas. Según el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), China es el mayor importador agrícola del mundo, superando a la Unión Europea (UE) y a Estados Unidos en 2019 con importaciones por un total de US$ 133.100 millones ; la composición de sus compras revela una creciente proporción de productos orientados al consumidor. El aumento en los ingresos y el nivel de vida, la creciente urbanización y preocupaciones por la “seguridad alimentaria” favorecen a las economías latinoamericanas exportadoras de soja, cereales, aceites y carnes. En concordancia con ello, varios informes del Instituto Interamericano para la Cooperación Agrícola (IICA) muestran que las importaciones totales agroalimentarias de China anualizadas (mayo 2019 – mayo 2020) aumentaron 11,1 %, mientras el aumento desde ALC fue del 2,5 %. Favorecidos por la recuperación, Brasil y Argentina tienen en China su principal socio comercial.
Los Tratados de libre Comercio firmados por China, con Chile y Perú en América del Sur siguen siendo instrumentos dinamizadores del intercambio comercial birregional. China representa el 32,4% de sus exportaciones totales del Perú y el primer destino en ventas externas. La reactivación china impulsa exportaciones de minerales, cobre y subproductos con el consiguiente aumento en el precio internacional de estas materias primas (Sociedad de Comercio Exterior del Perú, Comex Perú). De acuerdo con datos del Servicio de Aduanas de Chile, China es el principal socio comercial de Chile y, pese a la retracción resultante de la pandemia, el primer semestre de 2020 muestra un repunte del 1,1% en el comercio entre ambos países, respecto al mismo período del año anterior. México sigue jugando un papel central para los intereses de Beijing en la región como plataforma apta para el ingreso de productos al mercado estadounidense bajo las preferencias del T-MEC.
En lo referente a flujos de inversión china hacia América Latina y el Caribe, resta aún verificar la traslación de beneficios producto de la recuperación. Sin embargo, difícilmente las corporaciones chinas -privadas y/o estatales- cedan posiciones regionales en el sector energético hidroeléctrico de Venezuela, Colombia y Argentina, detengan planes de inversión en el marco de la Iniciativa OBOR (una iniciativa de China llamada “One Belt, One Road” para conectar con corredores bioceánicos, hidrovías, y puertos a su país con países de Europa ) o renuncien a explotar oportunidades en mercados urbanos regionales en los sectores automotriz y de tecnologías de la información y la comunicación.
En la actualidad, varias firmas chinas participan en proyectos de infraestructura en Colombia (línea del Metro en Bogotá y tendido ferroviario que interconecta regiones periféricas con Bogotá), explotan oro y participan en actividades del comercio minorista. Según la agencia oficial china de noticias Xinhua, las inversiones chinas acumuladas en Brasil suman US$ 80.000 millones, en su mayor parte en infraestructura y en áreas como ferrocarriles, rutas, aeropuertos y puertos. La canalización de financiamiento chino hacia ACL (cuyo principal destino ha sido Venezuela, US$ 67.200 millones según el Centro de estudios del Dialogo Interamericano) forma parte de una agenda cooperativa sur – sur definida por China junto a la Celac; es de esperar que, atendiendo a la actual recesión latinoamericana, los préstamos fluyan con mayor intensidad a partir de 2021. No obstante, debemos esperar para saber cómo evolucionará el compromiso regional del BID bajo la dirección de un funcionario estadounidense en respuesta a la Iniciativa América Crece.
En síntesis, la recuperación económica china favorece la recuperación económica de América Latina, pero lejos está de compensar los impactos negativos derivados de una profunda recesión. La lenta recuperación exportadora y el aumento en los precios internacionales de las materias primas dinamizan el comercio bilateral. El interés en proyectos de infraestructura regional por parte de firmas chinas, las operaciones regionales consolidadas de corporaciones estatales y/o privadas en sectores como electrónica, telecomunicaciones y automotriz así como el atractivo ejercido por mercados urbanos de consumo, seguirán funcionando como alicientes para mantener la amplia cartera china de negocios regionales.
Nota del Editor: Sergio Marcelo Cesarín es especialista en temas de China y se desempeña actualmente como investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Argentina. Es Licenciado en Relaciones Internacionales de Universidad del Salvador (USAL), Buenos Aires, Argentina (1989). Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente del autor.
En síntesis, la recuperación económica china favorece la recuperación económica de América Latina, pero lejos está de compensar los impactos negativos derivados de una profunda recesión. La lenta recuperación exportadora y el aumento en los precios internacionales de las materias primas dinamizan el comercio bilateral.
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