Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

jueves, 2 de enero de 2020

Thays Peñalver: Venezuela; Escenarios 2020

¿Cómo amanece Venezuela en 2020? Comencemos con el panorama económico y social. De acuerdo al último ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI), el país habrá perdido otro 35% del PIB en 2019. Esto significa que la economía retrocedió casi un 80% en pocos años y se situará en poco más de 70.000 millones de dólares.

No hay manera de opinar sobre semejante debacle, la economía venezolana es hoy de apenas el 5% del tamaño de la española y el venezolano se ha empobrecido a tal nivel, que hoy es el segundo habitante más pobre del continente americano.

De hecho, su calidad de vida es la mitad que la guatemalteca o la de un salvadoreño pues el colapso es de tal nivel, que al finalizar este año Venezuela tendrá una economía de menos de la mitad que la de Etiopía y similar a las economías de Costa de Marfil y República Democrática del Congo.

La FAO, que apenas unos pocos años atrás otorgaba un polémico premio al régimen chavista como Reconocimiento de progresos notables y excepcionales en la lucha contra el hambre por bajar desde 1990 la subnutrición de 13,5% a la mitad, hoy en su informe de seguridad alimentaria [I] sostiene que alcanzó el 21,2%. Supera a Zimbabue y compite hoy con la República Centroafricana. Una medición por cierto, realizada mucho antes de la aplicación de las sanciones económicas al régimen de Nicolás Maduro.

Y aquí es bueno detenerse porque ustedes amigos lectores pueden asociar la palabra subalimentación con una que otra debilidad alimenticia, pero lo que sostiene la FAO es que se trata de “hambre crónica”. Es decir, se refiere a “la incapacidad de las personas para consumir alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de energía”.

La FAO alerta que en mi país unos 6,8 millones de venezolanos que hoy sufren hambre crónica, y un millón de ellos en rango de gravedad, mientras que dos millones de mujeres jóvenes padecen anemia. Venezuela, de acuerdo a la FAO, tiene dos millones más de hambrientos que Costa de Marfil o Ruanda, y un millón más que Haití. Pero aún en las burbujas de la negación, no pocos analistas sostienen que es una exageración hablar de hambruna.

Frente a este panorama expuesto por la FAO, viejos aliados del régimen en los feudos socialistas de los Derechos Humanos en la ONU no les queda más remedio que desnudar la cruda realidad de Venezuela en su lapidario informe [II]. Así reconocen: “El principal programa de asistencia alimentaria, no cubre las necesidades nutricionales elementales para la gente”. Y además, “el Gobierno ha demostrado que ha utilizado todos los recursos disponibles para garantizar la realización progresiva del derecho a la alimentación, (ni tampoco) que hubiere buscado, asistencia internacional para abordar dichas deficiencias”.

Un país acéfalo

Yo debo agregar que las propuestas que se hicieron a la oposición este año 2019 de desarrollar programas para atacar este flagelo, usando la ayuda extranjera para semillas y ayuda en créditos a los productores a través de la FAO, o los consejos dados para crear un programa de petróleo por asistencia, cayeron en el mismo saco roto. Por lo que hoy el venezolano está completamente desasistido por toda una clase política, que mantiene en la práctica al país, acéfalo.

Pero si cerca de siete millones de almas están en situación de hambre, no significa que el resto esté mejor. Existen pocas maneras de reflejar el nivel de pobreza actual de toda la nación.

Imaginemos que el dinero de todos los venezolanos, los industriales, los ricos, la clase media y los pobres depositados en los bancos, equivale al 10% de los depósitos de Extremadura. De hecho, todo el dinero de los venezolanos es apenas un poco mayor que los depósitos de Ceuta o Melilla, que no llegan a los 100.000 habitantes o apenas el equivalente a diez días de depósitos de Galicia.

Somos tan pobres que si reuniéramos todo el dinero de los bancos venezolanos, solo podríamos pagar el gasto de las mascotas en España.

Como el 2019 fue finalmente el año en el que el signo monetario perdió todo su valor y la economía, o lo que quedaba de ella, se dolarizó. Comenzaron a surgir pequeños comercios de conveniencia y dolarizados a los que los venezolanos apodaron bodegones.

No se trata de un club del gourmet o algo parecido, sino básicamente de lo mismo que usted encontraría en un comercio de chinos en Madrid, o los famosos pakis en Barcelona, donde las amas de casa venezolanas salen abrazadas a una simple barra de mantequilla como si fuera oro.

En palabras sencillas, Venezuela amanece cubanizada o castrizada como me gusta llamarla, a tal nivel que lo exiguo que queda de la clase media que vive de algún dólar de remesas o ahorros, celebran la existencia de esas tiendas dolarizadas. En sus casas se comienza a afirmar que “las cosas están mejorando”, porque ya se consigue a un precio exorbitante un queso crema que hace años no se encontraba en ninguna parte. No solo demolieron la economía, sino la autoestima económica y el modo de vida de los venezolanos.

Mientras el 80% de la población enfrenta la pobreza más absoluta, ciudades enteras quedan vaciadas por el éxodo externo e interno. Caracas, 21 años después de chavismo, termina convertida en una Habana muy extraña, con “tiendas de moneda convertible” en cada esquina, casas viejas que tienen como vecinos a los nuevos restaurantes que sorpresivamente abren cada semana.

En la misma capital, con sus avenidas y calles abandonadas y rotas, ruedan los Ferraris, Lamborguinis y Porches que terminan en los frentes de esos restaurantes dándole a la desvencijada ciudad una apariencia desconsoladora.

Leer mas: https://www.costadelsolfm.org/2020/01/01/thays-penalver-venezuela-escenarios-2020/

1 comentario:

  1. Mientras el 80% de la población enfrenta la pobreza más absoluta, ciudades enteras quedan vaciadas por el éxodo externo e interno. Caracas, 21 años después de chavismo, termina convertida en una Habana muy extraña, con “tiendas de moneda convertible” en cada esquina, casas viejas que tienen como vecinos a los nuevos restaurantes que sorpresivamente abren cada semana.

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