Una grave equivocación ha sido para el Papa recibir en el Vaticano al señor Nicolás Maduro, el máximo responsable de que Venezuela esté padeciendo una crisis humanitaria y del despotismo político con su cortejo de represión y deprecio por los derechos humanos, además de una masiva corrupción.
Estas realidades no son especulaciones interesadas de un católico venezolano, son expresiones que han sido manifestadas en declaraciones formales e informales de los obispos venezolanos, tanto reunidos en Conferencia Episcopal, como a título personal. Pocos como los obispos conocen tan a fondo la trágica situación de Venezuela, que no es producto del azar sino de los desafueros de una hegemonía despótica y depredadora, que los venezolanos rechazan por abrumadora mayoría, y que tantos ya califican de dictadura. El Papa Francisco tiene buenos amigos acá que le transmiten las noticias sin matices ni adornos, aunque quizá ese no sea el caso del señor Nuncio. Empeñarse en un diálogo con una hegemonía despótica no parece congruente con la Doctrina Social de la Iglesia. En Venezuela no hay dos partes en un conflicto de equilibrios. Hay un poder establecido que tiene sumido al país en la ruina material y la ruindad política, y hay una mayoría clara que aspira a cambios de fondo para empezar una nueva etapa de nuestra historia.
Maduro y su maquinaria de propaganda ha usado y abusado de la reunión sostenida con el Papa, como si se tratara de una legitimación y hasta de una bendición. Eso perjudica al pueblo de Venezuela. La referida reunión ha suscitado una gran decepción en densos sectores de la nación venezolana. Ojalá que el Estado del Vaticano ayude a superar el horror que vive el conjunto de los venezolanos, y no apuntale a Maduro.
Estas realidades no son especulaciones interesadas de un católico venezolano, son expresiones que han sido manifestadas en declaraciones formales e informales de los obispos venezolanos, tanto reunidos en Conferencia Episcopal, como a título personal. Pocos como los obispos conocen tan a fondo la trágica situación de Venezuela, que no es producto del azar sino de los desafueros de una hegemonía despótica y depredadora, que los venezolanos rechazan por abrumadora mayoría, y que tantos ya califican de dictadura. El Papa Francisco tiene buenos amigos acá que le transmiten las noticias sin matices ni adornos, aunque quizá ese no sea el caso del señor Nuncio. Empeñarse en un diálogo con una hegemonía despótica no parece congruente con la Doctrina Social de la Iglesia. En Venezuela no hay dos partes en un conflicto de equilibrios. Hay un poder establecido que tiene sumido al país en la ruina material y la ruindad política, y hay una mayoría clara que aspira a cambios de fondo para empezar una nueva etapa de nuestra historia.
Maduro y su maquinaria de propaganda ha usado y abusado de la reunión sostenida con el Papa, como si se tratara de una legitimación y hasta de una bendición. Eso perjudica al pueblo de Venezuela. La referida reunión ha suscitado una gran decepción en densos sectores de la nación venezolana. Ojalá que el Estado del Vaticano ayude a superar el horror que vive el conjunto de los venezolanos, y no apuntale a Maduro.
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