Por extensión, el nuevo curso diplomático cambia las cosas también con Venezuela y con el resto de la región. Si algo se vio ayer en esta cumbre, fue el comienzo de una nueva dinámica.
Si hace tres años, en la última cita regional, la administración norteamericana apareció en soledad por su "censura" a Cuba, en estas últimas horas esa incomodidad pareció trasladarse hacia el presidente Nicolás Maduro, a quien, en el nuevo clima, se le hace más difícil mantener su retórica de permanente enfrentamiento.
Obama seguía diciendo ayer las mismas cosas que dice siempre. Que reclama respeto para la disidencia, que no se debe perseguir a quien piensa distinto, que no se puede encarcelar sin debido proceso. Y que su país estaría "siempre" para respaldar a los perseguidos por pensar diferente. Porque eso "es lo que debe hacerse".
Dijo lo mismo que hace tres años, en la Cumbre de Cartagena. Sólo que en aquella ocasión quedó descolocado por su "censura" en soledad a la isla. Ayer, nadie podía reprocharle nada. La incomodidad, en todo caso, era de otros.
En esta nueva dinámica, es Washington el que parece llevar la iniciativa. Va muy rápido. El 17 de diciembre sorprendió con el anuncio de restablecimiento de relaciones. Ahora, apenas 100 días después, está en el capítulo de las medidas concretas. Entre ellas, la inminente eliminación de la isla del listado de países que colaboran con el terrorismo.
Cuba parece más interesada en demorar el proceso. Posiblemente aún no se acostumbre al nuevo escenario en el que no hay más responsable que sí mismo. Por lo pronto, su ministro de Comercio Exterior, Rodrigo Malmierca, reiteró el llamado a inversores privados para financiar el "proceso de desarrollo económico y social" que la llamada revolución cubana no logra con recursos propios. Dijo que hacen falta más de 8700 millones de dólares.
Lo que se está viendo es un relanzamiento político de la relación con América latina, pero también muy pragmático. Se desplaza a Estados Unidos de la posición del "culpable por excelencia" en que lo colocaba la retórica de la política regional. El giro de 180 grados es con la isla, pero tiene efecto en toda la región.
En ese nuevo escenario, Maduro perdía adeptos a la hora de otra denuncia de la "agresión yanqui". El propio Obama lo desarmó en minutos al disculparse por la torpeza con que su administración presentó las sanciones a funcionarios de Caracas por violaciones a los derechos humanos.
"Ni Venezuela es una amenaza para Estados Unidos ni Estados Unidos lo es para Venezuela", completó Obama. A Maduro no le quedó más remedio que recoger hilo. Un mensaje que empiezan a susurrarle desde otras capitales. Eso, también, es otro cambio. .
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