Para construir el futuro de las relaciones entre Cuba y EE. UU. hay que empezar por derribar las barreras erigidas durante medio siglo de intolerancia y prepotencia.
Si algo dejó en claro la cumbre de Panamá es que mientras algunos gobernantes del hemisferio ven hacia el futuro, otros siguen hundidos en el pasado. Al tiempo que Barack Obama y el octogenario Raúl Castro hacían un esfuerzo por construir un futuro mejor, Nicolás Maduro, Rafael Correa, Daniel Ortega, Cristina Fernández y Evo Morales siguieron anclados con la misma cansina retórica “antiimperialista” del siglo pasado. Los acólitos no parecen haberse percatado del cambio de línea de su líder espiritual que los exhibió descobijados y obsoletos.
Así, mientras que Castro exculpaba a Obama de la larga lista de agravios de Estados Unidos a Cuba –“diez presidentes (de Estados Unidos) tienen deuda con nosotros, pero no el presidente Obama”–, Maduro y sus reproducciones mecánicas, Correa, Ortega, Fernández y Morales abusaban de sus colegas repitiendo por enésima vez las “lecciones de historia”, como socarronamente Obama le respondiera a Correa, que han reiterado hasta la náusea.
Lo malo es que los dinosaurios no solo pastan en el hemisferio sur. También habitan en Norteamérica, y superar los escollos plantados por los halcones belicosos tanto en Estados Unidos como en el hemisferio sur para acercarse a un futuro más razonable no va a ser fácil. Ahora, más que nunca, es evidente que los extremos se han juntado y que cuando el objetivo es oponerse al cambio, la distancia entre la extrema derecha republicana en Estados Unidos y la izquierda populista en América del Sur es cada día más corta.
En términos hemisféricos, los pasos que han dado Obama y Castro para normalizar las relaciones diplomáticas, económicas y políticas entre Estados Unidos y Cuba marcan apenas el comienzo del fin de la Guerra Fría, pero, como bien dijeron ambos mandatarios en la reunión de Panamá, el camino va a ser largo y difícil.
Lo urgente ahora es que Obama ordene la exclusión de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo. Una inclusión motivada por el celo ideológico de Ronald Reagan y sus asesores en 1982, que en ese entonces acusaron al Gobierno de la isla de patrocinar a grupos guerrilleros colombianos. Una acusación curiosa, que pasaba por alto que desde entonces a la fecha los sucesivos gobiernos colombianos, de izquierda, derecha y centro, no solo toleraban el vínculo entre Cuba y sus guerrilleros, sino que lo utilizaban, tanto que hace dos años las pláticas de paz del gobierno de Juan Manuel Santos con la guerrilla tienen lugar en La Habana.
De 1961 a la fecha, nunca nadie le ha podido probar a Cuba que sea un Estado que patrocina a terroristas. En el 61, Estados Unidos patrocinó una fallida invasión a Cuba, y en el 62 sobrevino la famosa crisis de los misiles en Cuba, que culminó con la retirada de misiles nucleares soviéticos en Cuba y de los misiles estadou-nidenses en Turquía, y el compromiso de EE. UU. de no invadir a Cuba. También hubo apoyo cubano a las guerrillas centroamericanas, no a bandas terroristas, que luchaban contra dictaduras locales apoyadas por EE. UU.
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