El fin de año es el mejor momento para tomar carretera. El habitar en el borde Occidental del país, permite recorrer la por la costa bordeando el Mar caribe hasta el Atlántico, por el centro como si recorrieras una línea recta de punta a punta y por los linderos de países separados por líneas imaginarias, que el hombre trazo para hacer suyo lo que es de todos, Venezuela permite vivir paisajes y pueblos llenos de historia y coloridos, vivencias recogidas en el tiempo. Después de seis décadas de ir y venir, reducidas a líneas en hojas de papel tamaño carta.
Cruzar el lago que da vida a un país, con el oro puro bajo sus pies, en ferry o pisando el puente otrora imposible, por la costa, vía Falcón, atravesar pueblos que parecen detenidos en el tiempo, la parada en el recorrido, atravesar montañas de tierra fina, color oro que el viento trae en su recorrido desde el mar, miles de millones de partículas de arena que deberían llenarnos de humildad, al reflexionar que somos menos que una de ellas, rumbó a Punto Fijo cruzando playas con nombre inventados por referencias del tiempo o similitudes en el espacio, cerca de aquel cuello de garza el Cabo con nombre de santo, un recuerdo mas de los que llegaron de mas allá del océano siglos atrás, Piedras Negras donde años atrás cuando en compañía de Luís, estuve toda una semana santa, durmiendo bajo un cuji, debajo del rancho sin luz, esperando la salida del sol para atrapar los peces y mariscos que habían quedado en el reflujo de la marea, los camellones para llegar a la radio que cubriría la Nación, al lado los hatos de Tiraya, que la mujer de Melecio llamaba TIRA-AYA, porque su marido había sido seducido por una de sus mujeres. El brillo de los montones de sal dejado por el mar, hacían que el viajero cubriera sus ojos para no encandilarse, rumbo a la capital atravesar ensenadas y bahías donde cruzo la barca de los buscadores de libertad, las playas de Chichiriviche, a lo lejos se divisan sus cayos, pequeños islotes adentrados en el mar, pasar frente al gigante de la Petroquímica de Morón, transformador del gas, la refinería del Palito, Puerto Cabello convertido en un pueblo iluminado por potentes reflectores, semáforos, seguridad , calles cuidadas y anchas aceras, para tomar la autopista hacia Valencia destructoras de vehículos por las caídas de grandes piedras, rumbo a Maracay, los Teques y la peligrosa bajada de Tazón, seguir hacia el oriente, llegando a la laguna de Tacarigua para comer lebranche y adentrarse en Valle Guanare, donde nos espera el matrimonio de Amalia y la bienvenida de Yamile con el cochino sobre las brasas, seguir hacia Puerto La Cruz pasando al lado del ferry que lleva a la perla del Caribe, Margarita, continuar por las playas mas hermosas vistas, sentir la brisa del Atlántico. Al lado de tanta riqueza natural, la DESIDÍA humana, las carreteras transitadas, llenas de huecos y obscuridad que hacen tenebroso el camino.
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