El miércoles pasado, el ministro de Planeamiento y Finanzas de Venezuela, Jorge Giordani, eliminó el dólar preferencial de 2,60 bolívares que disfrutaron las importaciones de alimentos y medicinas.
Desde hoy se aplicará una paridad de 4,30 bolívares. En otras palabras, Hugo Chávez dispuso encarecer la canasta básica de consumo un 65% en dólares. La modificación de costos, tras la medida de unificación del tipo de cambio, eleva los costos en el sector de los alimentos entre 40 a 70%.
En casos como los productos regulados, hace imposible que haya especulación y refirió que debe haber un rediseño de estrategias paraque existan más alimentos en el país porque ha habido un encarecimiento también de los productos en el exterior.
El economista Alejandro Grisanti, resalta que en Venezuela no creció la economía en 2010 y "Hubo una contracción de casi un 2%, venimos endeudándonos, tanto en nueva deuda por bonos, Pdvsa, fondos chinos y otros anuncios que ha hecho el gobierno".
Sobre el Impuesto al Valor Agregado, va a ver un incremento, y "de cara al 2012 se reducirá de una manera electoral la tasa, esperamos aunque sea se incremente en dos puntos".
Ante este escenario podemos pensar que el "modelo bolivariano" está agotado. Es decir, la pretensión de subsidiar el consumo de amplias capas de la población por encima de las posibilidades de la propia
economía se volvió insostenible y colapsó, el naufragio llegó con un ajuste feroz de precios.
Hugo Chávez se vio obligado a devaluar porque ya no podía seguir abaratando con fondos públicos las mercaderías de consumo popular. El ajuste recae sobre los alimentos y medicinas, que en un 70% son
importados. Habría que prever una disparada de la inflación, que durante el chavismo es la más alta del mundo: 27% según datos oficiales. Además, Chávez acaba de expulsar a 1800 empleados públicos.
Denominar "modelo bolivariano'' puede hacer pensar que lo que está entrando en dificultades es un
experimento novedoso.
No es así. América latina está en presencia del enésimo fracaso de una corriente populista que se niega a incorporar a su bagaje intelectual una noción elemental: la noción de restricción. Chávez están despertando, sobresaltados, del sueño dogmático que supieron abandonar François Mitterrand, Michel Rocard, Felipe González, Tony Blair, Ricardo Lagos, Lula da Silva, José Mujica, Alan García o Dilma Rousseff, cuando admitieron que no hay política económica progresista susceptible de ser edificada sobre la ilusión infantil de gobernar sin costos.
No es un dato aleatorio que los representantes de la paleoizquierda hayan llegado al poder cuando Venezuela era agitada por crisis sociales. Chávez ha gobernado con un sentimiento de pánico; el temor a que cualquier mala noticia convocara de nuevo al estallido. Huyeron de ese desenlace por un sendero que los condujo a ese desenlace. En Caracas, comienza a advertirse que la sonrisa permanente esconde un truco; comienza a romperse el hechizo de la fantasía demagógica.
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