Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

14.12.25

PODER SOBERANO Por Douglas Zabala


Hoy venimos a recordar las elecciones del 14 de diciembre de 1947. Ese día, bajo el gobierno provisional liderado por Rómulo Betancourt, Venezuela vivió un momento político que marcaría el rumbo del país: La primera elección presidencial directa, universal y secreta de su historia republicana.

 

Para comprender la magnitud de los hechos sucedidos ese año, es indispensable ubicar su contexto histórico. Venezuela emergía de largas décadas de hegemonía gomecista y gobiernos militares autoritarios como el de Medina Angarita.

 

La Junta Revolucionaria de Gobierno (trienio 1945 - 1948) se impuso la tarea de construir, desde cero, las instituciones de una democracia con la gente como protagonistas principales. La convocatoria a elecciones no fue solo un acto administrativo; fue el cumplimiento de una promesa de reconstrucción nacional.

 

Se trataba de elegir, simultáneamente, Presidente de la República, miembros del Congreso Nacional y diputados a las Asambleas Legislativas, en un ejercicio de soberanía popular sin precedentes. El sufragio incluyó por primera vez a las mujeres y a los analfabetos, ampliando el cuerpo electoral de manera explosiva y transformando a la ciudadanía pasiva en protagonista activa.

 

Tres figuras centrales encarnaron proyectos distintos, pero comprometidos con las reglas del juego: Rómulo Gallegos, el novelista admirado, candidato de Acción Democrática; Rafael Caldera, un joven líder que representaba al emergente socialcristianismo (COPEI); y Gustavo Machado, del Partido Comunista de Venezuela. La campaña, pese a las profundas diferencias ideológicas, se desarrolló con un respeto notable por la contienda pacífica.

 

El resultado de aquellas elecciones fue la abrumadora victoria de Rómulo Gallegos. Y, fiel a su palabra, tanto Caldera como Machado reconocieron de inmediato su derrota, priorizando la institucionalidad naciente sobre el interés partidista.

 

 

A pesar de la férula militar que vendría con Pérez Jiménez a partir de 1948, la democracia aquel día brilló con luz propia, demostrando que la voluntad popular, expresada libremente, era y sigue siendo la única fuente legítima del poder soberano.

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