La relación entre Estados Unidos y Venezuela ha entrado en una fase de tensión que no se veía desde hace años. En apenas unos meses, una cadena de decisiones políticas y acciones militares han transformado por completo el tablero: la cuestión ahora es saber en qué puede desembocar semejante escalada y, sobre todo, según comentan expertos consultados por ‘Euronews’, en caso de que Nicolás Maduro abandone el cargo, qué pasaría después.
Por EuroNews
Desde las elecciones venezolanas del año pasado -que llevaron a María Corina Machado a la clandestinidad y a Edmundo González al exilio-, Washington ha ofrecido una recompensa de 50 millones de dólares (más de 43 millones de euros) por la captura del propio Maduro, ha designado al Cártel de los Soles como una «organización terrorista», ha hundido a varias presuntas narcolanchas en el Caribe y hasta ha desplegado el mayor portaaviones de su flota en la región. Todo ello ha elevado la presión sobre Caracas a niveles nunca antes vistos.
A ello se suma el reconocimiento público del presidente de EE.UU., Donald Trump, de que la CIA ha llevado a cabo acciones en territorio venezolano y su amenaza de cerrar completamente el espacio aéreo del país. En los últimos días, el presidente estadounidense admitió, además, haber mantenido conversaciones directas con el propio Maduro, un giro que sorprendió incluso a su entorno.
«El problema es que ni él sabe lo que quiere exactamente», sostiene Carlos Malamud, investigador principal del Real Instituto Elcano, quien no obstante considera que los «múltiples» objetivos del mandatario estadounidense -esos sí- están muy claros: transmitir un mensaje de fortaleza a su base, combatir el narcotráfico y aislar al eje que conforman Cuba, Nicaragua y Venezuela.
La falta de una estrategia «coherente»
En este sentido, Malamud asegura que para la Administración Trump el caso venezolano no es solo un asunto diplomático, sino una cuestión encuadrada en la seguridad nacional de EE.UU. El también catedrático de Historia de América en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) advierte, sin embargo, que en estos momentos la Casa Blanca carece de una visión a medio y largo plazo.
«Su política hacia Venezuela combina impulsos, intuiciones y presiones internas, pero carece de una estrategia coherente», argumenta Malamud, quien, por otro lado, descarta casi por completo «una guerra abierta». «Una invasión terrestre de Estados Unidos es muy improbable, pero hay otras opciones de fuerza sobre la mesa, como acciones encubiertas».
Malamud subraya que hay otras vías de fuerza «perfectamente plausibles», como bombardeos selectivos, operaciones de comandos para descabezar al «régimen», sabotajes encubiertos de la CIA o un cerco económico y diplomático diseñado para provocar un colapso interno.
«Los riesgos de una operación militar en Venezuela son mucho mayores que sus supuestos beneficios», sostiene. «El gran problema es quién va a gestionar Venezuela si Maduro cae».
El hemisferio ha cambiado por completo; Latinoamérica dejó atrás ese silencio cómplice
En este sentido, Milos Alcalay, exviceministro de Relaciones Exteriores y antiguo representante permanente de Venezuela ante las Naciones Unidas, afirma que la movilización militar estadounidense en el Caribe «adquiere una connotación totalmente distinta tras la designación del Cártel de los Soles como organización terrorista» y advierte que esa medida otorgaría «una cobertura legal» a una posible ofensiva estadounidense.
Para Alcalay, el «régimen de Maduro» vive un momento de «nerviosismo» impulsado por un aislamiento internacional que ya no puede revertir. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, asevera, América Latina ha virado hacia un consenso democrático contrario a Caracas. «El hemisferio ha cambiado por completo; Latinoamérica dejó atrás ese silencio cómplice».
A ello se suma un nuevo factor: el respaldo de los países del Caribe, convertidos en actores activos ante el impacto directo del narcotráfico, la inmigración irregular y otras actividades ilícitas que se atribuyen al Estado venezolano. Para muchos de ellos, explica el diplomático venezolano, el despliegue norteamericano en la región es «un mensaje directo» de que la situación es muy diferente ahora y de que Washington «está preparado para actuar».
Las «tres patas» de la mesa
Alcalay resume la situación con una metáfora que describe bien el equilibrio inestable de la crisis: existen «tres patas» sin las cuales ningún proceso en Venezuela, «ya sea diplomático o de fuerza», podrá sostenerse: la seguridad nacional estadounidense, la lucha por la supervivencia del madurismo y las demandas de la oposición.
Para el diplomático, que ha ejercido de embajador de Venezuela en Rumania, Israel, y Brasil, cualquier negociación real debe incluir a la «verdadera oposición», no solo conversaciones entre la Casa Blanca y Miraflores.
«Con Trump no hay zonas grises: ve a Venezuela como un problema de seguridad nacional y actúa en consecuencia», dice y, en sintonía con Malamud, advierte de que «Trump es absolutamente imprevisible: hoy puede tender una mano y mañana puede lanzar una acción unilateral sin previo aviso».
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