Era un fin de semana, propiamente sábado 24 de noviembre de 1948. Apenas habían pasado unos diez meses de realizarse las primeras elecciones libres y democráticas, donde resultó electo presidente de la República, Rómulo Gallegos, cuando Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, se alzaron en armas contra la democracia recién estrenada.
Así, la primera elección universal, directa y secreta, gestada bajo el influjo de la Revolución de octubre de 1945 y Rómulo Betancourt, en una Venezuela acostumbrada a los caudillos y las bayonetas volvió a la férula militar del pasado. Los mismos hombres que desde el Ministerio de la Defensa y el Estado Mayor habían garantizado el orden para esa primera elección, encabezaron el golpe.
No soportaron un gobierno civil que impulsaba reformas donde se sacudían los cimientos del viejo orden: una incipiente reforma agraria, una educación masiva y una nueva política petrolera, no le fue suficientemente para saciar su dura ambición. Gallegos, el maestro, el escritor, el civil por excelencia, encarnaba un poder que los uniformados no estaban dispuestos a tolerar.
La voluntad popular, expresada en las urnas, era para ellos un obstáculo en su proyecto de un “Nuevo Ideal Nacional”, un país ordenado, jerarquizado y moldeado por el cemento y el acero, no por el debate partidista, que era lo que se veía venir y por ello, la ruptura fría y calculada no se hizo esperar.
Aquella madrugada, tanques y soldados rodearon Miraflores. La orden era clara: rendición o sangre. Gallegos optó por la paz para evitar una carnicería. Su exilio a La Habana esa misma noche cerraba abruptamente el primer capítulo de la democracia venezolana y abría una larga noche de diez años de dictadura militar.
La Junta Militar disolvió el Congreso, suspendió las garantías y persiguió a la oposición con una saña que el país no olvidaría jamás.
Recordar el golpe de estado provocado al autor de “Doña Barbara” es una advertencia permanente de que la defensa de la democracia no termina en el instante en que se deposita el voto, sino que exige el respeto permanente a la soberanía popular

No hay comentarios.:
Publicar un comentario