Hoy, en una Venezuela donde la agresión sobre la juventud estudiantil continúa, se hace necesario recordar que este viernes 21 de noviembre se celebra como el día del estudiante. Una efeméride que se remonta a la valiente gesta de 1957, cuando la juventud universitaria se alzó contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Sin embargo, la semilla de esta rebeldía se había sembrado décadas antes, en los carnavales de 1928, cuando una pléyade de jóvenes como Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Raúl Leoni fueron encarcelados sin fórmula de juicio en el Castillo Libertador de Puerto Cabello por desafiar la tiranía de Juan Vicente Gómez.
Esta chispa de rebeldía a lo largo del siglo XX siempre se mantuvo viva. Contra la agonizante dictadura de Pérez Jiménez y luego, paradójicamente, contra el gobierno de uno de aquellos líderes del 28, Rómulo Betancourt, surgieron nuevas camadas de jóvenes que abandonaron sus pupitres para enfrentarse a la represión, escribiendo otro capítulo en la larga lista de confrontaciones entre el poder y el anhelo de libertad de la juventud.
En este siglo XXI la realidad actual nos obliga recordar que actualmente hay cientos de jóvenes estudiantes presos por alzar su voz los días duro de la protesta del 28 y 29 de julio de 2024. Son los nuevos encarcelados, los nuevos estudiantes silenciados, que desde las sombras de un calabozo cargan con el mismo estigma que sus predecesores: el de ser joven, estudiante, rebelde y disidente.
Hoy, el legado de represión se ha agravado. La historia nos muestra que mientras el poder intente acallar las aulas, la deuda con la juventud venezolana, la de ayer, la de hoy y la de mañana, permanecerá insolvente. Recordarlos a todos, desde los de 1928 hasta los de hoy, no es sólo un acto de memoria, es un acto de justicia.
“Que vivan los estudiantes
Jardín de nuestra alegría
Son aves que no se asustan
De animal ni policía
Y no le asustan las balas
Ni el ladrar de la jauría
Caramba y zamba la cosa
¡Qué viva la astronomía!” Violeta Parra

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