Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

miércoles, 1 de octubre de 2025

La farsa revolucionaria y el Estado forajido


El discurso chavista que encandiló a muchos se fundaba en la idea de cambiar el Estado por uno eficaz, sin corrupción y de justicia social. Ese discurso tuvo eco porque, evidentemente, el Estado venezolano estaba en crisis y la democracia partidista formal no respondía al clamor popular. En los últimos años se habían generado profundas desigualdades sociales. Se clamaba por una reforma del Estado que condujese a la eficacia, inclusión y al bienestar general. Se demandaba un cambio en el modelo económico que fuese competitivo y articulador entre los diversos sectores y niveles. Lamentablemente, no hubo voluntad política para las reformas.

Con Chávez en el poder se abrió el escenario para un cambio constitucional. Este primer paso se disfrazó de una profundización de la democracia no solo en el plano político sino en el económico. Pronto empezaron a salir las verdaderas intenciones. Chávez y la izquierda hablaron de la revolución y de implantar el socialismo. ¿Qué significa esto? Muy sencillo. La revolución es un fenómeno social esencialmente relacionado con el Estado, pues se dirige contra él con el propósito de destruirlo y sustituirlo por otro. Surgió una oposición emocional y oportunista, pues, los partidos tradicionales estaban agotados y sin propuestas novedosas que satisficieran los ideales democráticos.

Chávez con la asesoría cubana y su mentalidad militar procedió a imponer el poder por la fuerza, pero debía garantizar la lealtad, por tanto, tenía que destruir la institucionalidad de las fuerzas armadas y construir un modelo plegado a sus intereses. Lo primero que hizo fue corromper a la cúpula militar, para que lo dejaran hacer. Como militar sabía que debía hacer partícipe al ejército de la victoria, que era autorizar el saqueo y arrase del vencido. La historia nos muestra que esta ha sido la esencia de la formación de los ejércitos. Los militares conocen la fuerza de monopolizar las armas, cuando se convierten en poder político consideran que el erario público es su botín.

Ahora bien, el caso es que arruinaron al Estado y las arcas públicas se vaciaron. La ineficacia de la gestión cívico-militar ha sido la más catastrófica de la vida republicana de la nación. No ha habido mayor farsa en la historia política de Venezuela que la revolución chavista y su pandilla. A Venezuela la convirtieron en un infierno. Salarios de hambre, pensiones de miseria, caer enfermo es una tragedia, la educación desmantelada, las industrias del Estado en bancarrota, la electricidad en ruinas, inflación y devaluación permanente que desbastan a la economía nacional y la calidad de vida del venezolano. La incapacidad para gobernar y la corrupción han ocasionado esta tragedia nacional.

El pueblo venezolano ha clamado por un cambio y la pandilla en respuesta le ha dado represión: plomo, gases, encarcelamiento y asesinatos. El pueblo venezolano se abrazó a la vía electoral, votó masivamente a favor del cambio con Edmundo González Urrutia, la respuesta fue un robo descarado y represión. La situación impuesta por la pandilla cívico-militar para perpetuarse en el poder me hizo recordar la historia.

Hay un profundo y, además, bellísimo párrafo en Tucídides que relaciona a la revolución con el uso del lenguaje: “Cambiaron incluso, para justificarse, el ordinario valor de las palabras. La audacia irreflexiva fue considerada valiente adhesión al partido, la vacilación prudente, cobardía disfrazada, la moderación, una manera de disimular la falta de hombría, y la inteligencia para todas las cosas, pereza para todas. Por el contrario, la violencia insensata fue tomada como algo necesario a un hombre, y el tomar precauciones contra los planes del enemigo, un bonito pretexto para zafarse del peligro. Los exaltados eran siempre considerados leales, y los que les hacían objeciones, sospechosos. Si uno urdía con éxito alguna maquinación, era inteligente y más hábil aun si la descubría; en cambio, el que tomaba precauciones para que no le hiciera falta apelar a estos procedimientos, era considerado como traidor al partido y temeroso de los enemigos. En una palabra, el que se adelantaba a un enemigo que quería causarle un mal, era alabado, e igualmente el que invitaba a comportarse así a otro que no tenía esa intención. Las promesas de fidelidad recíproca no las confirmaban tanto con los ritos tradicionales como con la complicidad en el crimen”. Parece la Venezuela de hoy.

El pueblo venezolano e internacionalmente, salvo la izquierda cómplice, saben que la pandilla gobernante ha asaltado el poder en Venezuela y capturado al Estado para cometer fechorías, aliándose con terroristas y bandas criminales. Esto pone en riesgo la seguridad de los Estados democráticos y la paz social. Las acciones de Estados Unidos y el respaldo de diversos Estados no es un ataque contra Venezuela. Se trata de acciones para capturar a los capos. La pandilla está en derrumbe, sin apoyo popular, sin respaldo internacional, además, un inmenso malestar en la población. El pueblo venezolano anhela la libertad. ¡Hasta el final!

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