Que sepamos, pasa de un siglo, el tiempo que se lleva exprimiendo la riqueza petrolera del subsuelo, de las riveras y propio lecho, del Lago de Maracaibo.
Son más de cien largos años, que todo un enjambre de personas con sofisticados equipos aéreos, marítimos, acuáticos, subacuáticos, de exploración, explotación y extracción de crudos, vienen jurungando las extrañas del otrora llamado aceite de roca que allí subyace, de tiempos inmemoriales.
También estamos contestes, por intermedio de las diversas versiones históricas del temas y del lugar, que compañías petroleras del mundo, se abocaron “desaforadamente”, a lo largo de esa centuria, hasta convertir el apetecido lugar, en un emporio de producción y comercialización del oro negro en el mundo, sin medir para nada, las repercusiones de la destrucción progresiva del rico ecosistema, (efectos secundarios dirían los médicos), por parte llamada euforia y jauría petrolera en que devino el sofisticado marketing petrolero.
Hasta que de tanto, ¡dale, dale, dale, duro a ese pilón petrolero!, ¡Vergación!, el lago de Maracaibo bramó. Y bramó fuerte, por los lados de Mene Grande y de toda la costa oriental lacustre, como nunca antes lo había hecho, en muchas generaciones.
Aclaramos, que la inefable ocurrencia y evidentes suspicacias, en que desemboca la primera parte de este relato, obedece básicamente, a la arraigada imaginación que desde siempre, nos ha contagiado el contacto con los marullos del lago y el ancestral regionalismo, que caracteriza los nativos de “la tierra del sol amada”, donde quiere que nos encontremos.
Igualmente, este enfoque, tiene un toque de picaresca marabina contenida en los escritos y literatura para la posteridad, publicados en leyendas indígenas, poemas, noveladas odas, danzas zulianas, bajo las plumas prodigiosas de escritores y poetas de antaño y de ahora. Así como la festiva y contagiosa versatilidad de un ejército de gaiteros de todas las épocas, que contribuyen con sus pegajosas gaitas, a realzar, “lo real maravilloso maracucho”.
Lo curioso del candente y telúrico episodio, que ha puesto a Mene Grande, al lago de Maracaibo y al estado Zulia en la palestra de la información del día, es que todos, volteamos la mirada y atención, a los problemas que nos acechan. Que pudimos darnos cuenta, que ahora ni nunca, estamos exentos a las calamidades telúricas que dan vida al planeta tierra.
Afortunadamente, este lamentable suceso, de alguna manera, también nos ha devuelto a ese mágico mundo de los recuerdos y fantasías, vividas en el pasado, reciente o lejano, de nuestras vidas.
Sitiados por la actividad teutónica
Como se informó por la prensa nacional, internacional y redes sociales, el pasado 24 de septiembre, Venezuela fue sacudida por un fuerte sismo con una magnitud de 6,3, cuyo epicentro se ubicó entre Mene Grande y Bachaquero, en el estado Zulia, y Siquisique y Carora, el estado Lara, según el reporte de la Fundación Venezolana Sismológicas, (Funvisis).
Sobre la razón de esta actividad sísmica en esas poblaciones occidentales venezolanas, los expertos indicaron que se debe tomar muy en cuenta, el relieve sísmico del país, que se origina, modifica o activa como resultado de los movimientos de la tierra.
En tal sentido, observaron que las zonas afectadas están cruzadas por la gran falla de Boconó, (Enorme sistema de fracturas en la corteza terrestre), que atraviesa el occidente del país. Y es la falla geológica más grande y activa de Venezuela. Nace cerca de la costa del caribe en el estado Falcón y se extiende por unos 500 a 600 kilómetros de longitud en dirección sur oeste, a través de los estados Lara, Trujillo, Mérida y Táchira, hasta los límites con Colombia.
Como se podrá apreciar, sobran las razones de orden geográfico-natural, liberación y desplazamientos de las energías internas de la tierra que darían origen a un eventual terremoto, en un momento dado.
En torno a los daños ocasionados por el mencionado movimiento telúrico del 24 de septiembre, es muy poco lo que se ha informado. Solo se hace hincapié en que a pesar de la magnitud, no se produjeron pérdidas humanas. Y que la población de Mene Grande, es una de las zonas más afectadas por los destrozos ocasionados.
Recordar es vivir
Como dijimos anteriormente, pese a las desgracias y calamidades que producen los terremotos y demás accidente naturales en el mundo y transcurso de la vida, esos accidentes suelen mostrar el lado positivo, sobre todo, cuando nos conectan con personas del pasado o hechos vividos que fueron o siguen siendo de grata recordación. Momentos que retrotraen sentimientos y enaltecen el alma. O como suele expresar la gente en todas partes, y en todas las épocas: “recodar es vivir”. Todo ese difuso universo de imágenes, símbolos, nostalgias, alegrías, que regresan y nos atrapan.
A pesar de la tragedia dejada por el sismo del 24-S, fue grato el reencuentro digital con el Mene Grande, de antes, de mi infancia y juventud. De mirar a distancia, sus olvidadas calles y lugares, de recordar tantos nombres de personajes y familias enteras, que una vez fueron tan apreciados y ahora solo resultan sublimemente recordados. Y nuevamente vividos.
Con información de RT- BBC-News- Fundisis-Redes Sociale.
ezzevil34@gmail.com
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