Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 25 de febrero de 2018

Heinz Dieterich: Venezuela: Ni Trump, ni Maduro

1. Elección autista

Con el veto de Washington a la participación de sus partidos cipayos en las elecciones del 22 de abril, éstas se convierten en un simple ejercicio autista, carente de cualquier potencial transformador progresista de la realidad nacional. Ante la negación imperial, es irrelevante si Maduro gana una mayoría o no, porque el destino de la Patria ya no se decide en Venezuela.

Participar en las mega elecciones significa participar en un ritual reaccionario. Apoyarlas, sólo es posible bajo la condición de ser oportunista o pendejo o dependiente directo de los aparatos dictatoriales.

Lo mañoso de ese acto interno de estabilización política madurista, mañoso y falta a la verdad como todo lo que dice y hace el gobierno del Presidente “Obrero” y la “Primera Combatiente”, es evidente. Los que se niegan a participar, porque saben que subirían al cuadrilátero como un peleador con un brazo amarrado, son estigmatizados como abstencionistas-agentes del imperialismo. Si legitiman la farsa de la dictadura con su colaboración, prolongan objetivamente la agonía de la patria. Apoyar a Trump, al igual que apoyar a Maduro, significa objetivamente, volverse traidor a la Patria. ¿Qué hacer, entonces, para evitar esta trampa de la lumpen política nacional e imperial burguesa?

2. Ni Maduro, ni Trump

La única postura popular, patriótica y progresista posible ante esas elecciones sin elección “Catch-22” –paradoja sin alternativa ni escape para el sujeto– consiste, en no estar con Trump ni con Maduro. Ni con la dictadura burguesa global, ni con la dictadura burguesa nacional, porque ninguna de las dos permite el libre ejercicio de la soberanía popular, que es la base de toda democracia verdadera. De ahí, que las fuerzas progresistas nacionales tienen una sola alternativa ante la doble trampa de Miraflores y Washington: recuperar la soberanía popular, posponiendo el sufragio hasta la fecha constitucional tradicional, diciembre del 2018, para crear una logística electoral transparente y democrática que permita la participación de todas las fuerzas interesadas y legítimamente habilitadas para el procedimiento electoral. Esta moratoria a las dictaduras del Madurismo y de Washington dará tiempo suficiente para construir una alternativa de conducción nacional patriótica, eficiente, de centro, que, al ser ratificada por los ciudadanos, permitirá superar pacíficamente la crisis del sistema. Si el gobierno no acepta esta solución –y, por supuesto, no la va a aceptar, porque en condiciones democráticas Maduro pierde el mandato nacional mayoritario– entonces, la única actitud patriótica y ética posible radica en no participar en el circo pseudo-democrático del régimen.

3. Capitulación de Maduro

Maduro entendió de inmediato que el veredicto de Washington era la sentencia de muerte de su régimen. Y, en una de sus características oscilaciones entre la megalomanía heróstrata y la sumisión masoquista, el capo di capi de los perdedores –que han causado una de las mayores derrotas de la Patria Grande desde la Independencia– levantó la bandera blanca de la capitulación. En un tweet a Trump, le ruega al delincuente imperial un “Diálogo en Caracas o Washington DC”. Y, desde su condición de vencido, sin dignidad y con un servilismo repugnante, le asegura al verdugo y jefe de la lumpen burguesía mundial: “Hora y lugar, y ahí estaré”. Otro jefe tribal tercermundista como Gadafi y Sadam Hussein, arrastrado ante el poder de Roma. En la Casa Blanca y Mar de Lago han de estar muertos de la risa, ante la última y desesperada pirueta del super-revolucionario socialista y anti-imperialista Maduro, destinada a salvarse en medio de la distopia que ha creado con su camarilla. En su incultura nunca había conocido la frase Roma locuta, causa finita: Roma ha hablado, el caso está cerrado. ¡Ahora, tendrá que vivir la!

4. Colapsa la contraofensiva madurista de 2015

Con la prohibición electoral de Washington, la gran contraofensiva madurista para revertir la derrota de las elecciones parlamentarias del 2015, llegó a su fin. En 2015, al perder el control del poder legislativo, la camarilla Maduro-Cabello-Reverol-Padrino López decidió usar la estratagema del poder dual, para bloquear el avance de la derecha. La cabeza de playa en el frente legislativo iba a quedar “sellada” mediante la creación de una estructura de poder estatal y social nacional paralela, que evitara futuros avances del enemigo. En términos concretos: un régimen ejecutivo autocrático basado en las bayonetas, la mentira y el dólar, para mantener a los nuevos socialdemócratas en el poder, hasta que el precio mundial del petróleo permitiera su prodigiosa recomposición vía la abundancia rentista.

5. Washington quiere violencia

Dentro de la correlación de fuerzas internas, latinoamericanas e internacionales del 2015, la estrategia del poder dual podría haber funcionado, si se hubieran cumplido dos condiciones absolutas: un liderazgo competente y la implementación de reformas sistémicas urgentes al modelo de Hugo Chávez. En ausencia de ambas, el fracaso (total) del oficialismo era previsible e inevitable.

Ahora, con el “No” del Big Brother, la gran burbuja autista de los iconoclastas explotó y reveló que más allá del Bluff (quimeras) del cuarteto no hay ninguna fuerza real para sostener la farsa. La patética grandilocuencia de Maduro, las amenazas represivas de Cabello, unas elecciones con abstencionismo de alrededor del 50 por ciento de la población, nada de esto ya tendrá importancia y nada de esto podrá detener el derrumbe del régimen. Es decir, las elecciones como solución institucional pacífica del conflicto han sido abortadas. Y, cuando el recurso del consenso se agotó, sólo queda el camino de la violencia. Esto es el desenlace que Washington quiere, porque pretende trazar de una vez por todas la línea roja de contención de China y Rusia en su patio trasero. Y esa línea roja se pinta mejor con sangre — como en Siria.


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