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Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 19 de noviembre de 2017

¡SE ACABÓ LO QUE SE DABA! | Adolfo Salgueiro

El presidente Maduro anunció que Venezuela abrirá un proceso de refinanciamiento de su deuda externa que los expertos ubican en suma cercana a los 140.000 millones de dólares generada por la República, Pdvsa y algunas otras empresas estatales. En ese monto no se incluyen los atrasos en pagos a proveedores, laudos arbitrales, etc.

No pretendemos aquí definir o aclarar si desde el punto de vista técnico lo que propone el Ejecutivo es un refinanciamiento o una reestructuración, ya que está suficientemente claro que lo que motiva a dar este paso es la falta de recursos para continuar funcionando y menos aún sin cambiar el esquema económico que nos condujo a esta encrucijada. En todo caso la palabra que flota en el ambiente es "default" que implica la cesación de pagos que trae consecuencias muy desfavorables y cuya relevancia no escapa a nadie y no es cuestión de oficialismo u oposición, sino de supervivencia del barco en el que estamos todos a bordo.

Afirman quienes conducen los destinos de la República que esta delicada coyuntura es el resultado de los ataques del capitalismo contra el modelo político venezolano a través de la guerra económica, las sanciones, etc. No parecen tener en cuenta que la marcha hacia el borde del precipicio –a paso de vencedores– fue generada por el estrafalario comportamiento de quienes dilapidaron las astronómicas sumas que ingresaron a Venezuela por cuenta de un recurso –el petróleo– cuyo precio siempre ha sido volátil. Noruega, Arabia Saudita, Emiratos, etc., tomaron precauciones cuando las "vacas gordas"; Venezuela, no.

Es evidente y no se puede negar que las sanciones que acaba de imponer el gobierno norteamericano están contribuyendo al empujón final, y eso que las mismas apenas están en su fase inicial.

No se trata aquí de discurrir acerca de la bondad o maldad de Mr. Trump y su "imperio". El tema es opinable y seguramente será desmenuzado en profundidad por políticos y analistas. De lo que se trata es de entender que –guste o no– existe una realidad en la que Venezuela es deudora, que ha hecho indecibles esfuerzos por continuar pagando a sus acreedores y que pese a ello "se acabó lo que se daba".

Para poder refinanciar o reestructurar la deuda hay que tener en cuenta realidades que Venezuela no controla en absoluto y en las que para nada valen bravuconadas ni discursos populistas, ni invocaciones al legado del Eterno. Nuestra única fortaleza, paradójicamente, es nuestra extrema debilidad que, naturalmente, también causa preocupación al acreedor que sabe que si quiere cobrar no puede matar al deudor como pretendía el prestamista Shylock en la obra de Shakespeare El mercader de Venecia.

La mayor parte de la deuda es en dólares, está en poder de fondos o personas norteamericanas o no pero que cobran su capital e intereses a través del sistema bancario de Estados Unidos. Seguramente que los llamados "fondos buitres" ya estarán actuando también o pensando en capturar esas acreencias a precio vil para después cobrar sin piedad el precio completo de las mismas como hicieron –con éxito– en el default de Argentina.

El momento es propicio para ellos ahora, justamente, cuando la deuda venezolana ha sido descrita como “basura” por las principales calificadoras de riesgo del mundo, incluyendo Dagong Global Credit Rating de China.

La designación de Tareck el Aissami como negociador en jefe acompañado de otros ciudadanos, algunos de los cuales están incluidos también en la “lista negra” norteamericana, es un grave error, casi que una afrenta. En efecto, el representante del deudor tiene prohibida la entrada al domicilio del acreedor y los representantes de los acreedores tienen prohibido por ley de su país entrar en ninguna negociación con El Aissami& Co. Se pregunta uno: ¿cómo irán a conversar?

Las transacciones con bonos de la República y/o de Pdvsa han sido prohibidas en Estados Unidos, y resulta que en Venezuela, en virtud de las disposiciones constitucionales, no pueden haber renovaciones ni nuevos endeudamientos sin la aprobación de la Asamblea Nacional, lo cual no luce como muy probable. En esas condiciones, no pareciera que los acreedores pudieran estar dispuestos a sustituir papeles malos pero legalmente cobrables por otros casi tan malos que serán jurídicamente incobrables con nuevos gobiernos en Venezuela.

http://www.abcdelasemana.com/2017/11/17/se-acabo-lo-que-se-daba/

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