Las técnicas modernas se trasladaron al campo para realizar la revolución verde en este país maravilloso que ofrece hasta cuatro cosechas por año. La educación se extendió gratuitamente a todos los polos de esta nación de ignorantes. Las casas de tejas fueron sustituidas por rascacielos; las autopistas, puentes, teleféricos y otras obras colosales de ingeniería dejaban boquiabierto al resto del mundo.
La represa del Guri, la segunda del planeta, generaba electricidad para alimentar a las gigantescas industrias del hierro y aluminio, a todo el país e incluso a Colombia. Los inmigrantes europeos vinieron en busca de fortuna que bien hallaron en esta tierra de promisión donde forjaron una clase media poderosa y progresista.
Y de repente vino el chavismo y acabó con todo, incluyendo medicinas, comida y artículos de primera necesidad. Aparecieron las colas humillantes, las tarjetas de racionamiento, unos CLAP y unas misiones que solo sirven a ocho por ciento de la población. Acabaron con la clase media, la empresarial, la científica y con la empresa privada. El desempleo y la pobreza alcanzaron cifras nunca imaginadas. Tenemos el salario mínimo más bajo de la región, la inflación y el índice de criminalidad más alto del mundo con un sistema penitenciario macabro.
La reforma agraria fracasó y la educativa resultó un fraude. La desnutrición reapareció. Volvió el paludismo, la tuberculosis y la difteria. La mortalidad materno infantil y las madres precoces se incrementaron.
Las carreteras, grandes obras de ingeniería y servicios públicos se deterioraron por falta de mantenimiento y las descomunales industrias cayeron en la ruina. Toda esta irrefutable verdad fue causada por el chavismo. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Que oiga quien tiene oídos.
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