Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 24 de julio de 2016

Venezuela entre barrotes; por Javier Cremades


La crisis de Venezuela asombra al mundo. ¿Cómo es posible que uno de los lugares más bellos y ricos de la tierra esté postrado y viviendo una dramática situación en la que 30 millones de personas se encuentran confinadas en un inmenso campo de refugiados? Ni siquiera el alivio de la apertura temporal de la frontera con Colombia o la apariencia de un diálogo que aún no ha comenzado pueden ser considerados como auténticas vías de esperanza.

El régimen ha utilizado la democracia como instrumento de conquista del poder para, a continuación, subvertirla. Sin embargo hay dos circunstancias que han puesto contra las cuerdas a este régimen. La primera es el desmoronamiento del orden público y de la cadena de suministro de bienes y avituallamiento en la sociedad. La situación de inseguridad es insostenible: con casi 30.000 asesinatos al año, Venezuela es un país tan peligroso como Siria. Y el desabastecimiento ha alertado a un elevado porcentaje de ciudadanos del mundo.

El otro fenómeno ha venido de la mano de un caso que ha servido para explicar cómo a través del atropello del Derecho se ha mutilado la libertad de todo un pueblo. La decisión de Leopoldo López de oponerse al régimen ha supuesto en estos dos últimos años y medio un cambio sustancial en la mirada del mundo sobre Venezuela. En su libro desde la cárcel Preso pero libre, López relata cómo decidió, con su esposa Lillian Tintori, afrontar la injusticia de haber sido arbitrariamente acusado de acciones criminales que nunca cometió. Su éxito no ha consistido en otra cosa que en ayudar a poner de manifiesto en su propio país y especialmente ante la comunidad internacional la corrupción del Estado de Derecho en Venezuela.

Su causa no deja de crecer y lo hace porque a través de ella, muchos podemos defender la verdadera causa de la libertad. Todo lo que en las universidades del mundo entero y en el seno de nuestras conciencias de juristas y ciudadanos aprendimos sobre la justicia toma cuerpo y se convierte en un relato que vuelve a avivar esa llama que algún momento prendió en todos los que nos dedicamos al Derecho.

Este viernes se ha celebrado por fin la vista de apelación. A la tercera va la vencida. La esperanza del equipo de defensa es que se declare la nulidad radical de la sentencia. Eso significaría que debería realizarse otro juicio. Mientras tanto Leopoldo debería quedar en libertad. También cabe la opción de la "casa por cárcel", que es como designan en Venezuela al arresto domiciliario.

A Alberto Ruiz Gallardón y a mí se nos ha concedido el privilegio y el honor de participar, como abogados, en el equipo de defensa de Leopoldo López. Como parte de un formidable equipo de letrados capitaneado por Juan Carlos Gutiérrez, hemos podido compartir experiencias, conversaciones y esperanzas en esta forma contemporánea de resistencia que es la que encarnan Leopoldo, Lillian, su familia, sus amigos y abogados y todos sus millones de seguidores.

La experiencia de visitar la Venezuela de hoy no puede ser más atroz y sobrecogedora. Los contrastes son escandalosos. En un paseo temprano cualquiera puede ver la dignidad pisoteada de todos los que acuden a las colas: más de 600 personas ante una farmacia a las siete de la mañana, o 5.000 ante un mercado que tan solo conserva un par de puestos abiertos. Se trata de una lucha por la supervivencia.

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