Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 24 de julio de 2016

El lugar común: Acuerdos y futuro, Simón García

En nuestro país existe una larga tradición de rechazo a los pactos. Tal vez resuenen en nosotros las estipulaciones que Monteverde traicionó o el turbio episodio de las delaciones de patriotas que condujeron a que Miranda muriera en la prisión de La Carraca. Alguna influencia debe haber tenido, en la conformación de las primeras capas de nuestra idiosincrasia, esa muestra de intolerancia expresada en un Decreto que condenaba a muerte a inocentes sólo por su nacionalidad. La guerra y sus actores, en una época en la que los militares guerreaban de verdad, concebía los acuerdos como rendición.

En 1958 hubo un acuerdo, suscrito por los principales partidos, entre las más relevantes élites de la nación. Mentes notables, intereses poderosos y un proyecto de país que había quedado en espera. Ese pacto tuvo como rasgo dominante soluciones para urbanizar, industrializar, educar, crear democracia y generar bienestar en un momento de salida de una dictadura con un precedente de incordios y luchas entre caudillos militares.

Punto Fijo fue un pacto virtuoso, pudo modernizar al país y alcanzar indicadores que durante varias décadas solo existían en el pequeño grupo de las naciones más avanzadas del mundo. Un período luminoso lleno de avances y en el que se logró que el impulso civil privara en el funcionamiento de las instituciones y en el desarrollo, contradictorio y accidentado, de la vida democrática. Tuvo, por supuesto, carencias, limitaciones y errores.

La urgencia de hoy llama a reunir, desde la resistencia social y la oposición política, un liderazgo plural, competitivo y solidario; partidos con noción de futuro y altura estratégica; un modelo alternativo de desarrollo acelerado, sustentable y con ansias de producir bienestar con responsabilidad social; las definiciones sobre las alianzas institucionales y políticas que soporten la viabilidad del nuevo compromiso sociedad/Estado y la disposición a los acuerdos en torno a una plataforma de objetivos/país entre expresiones de los dos proyectos que han sido rudamente antagónicos durante estos casi dos decenios.

La MUD está trabajando en eso, aunque la política cotidiana le reste esfuerzos para comenzar a darle mayor fuelle a visualizar desde ya el diseño de lo que va a significar para todos los venezolanos el ciclo del postmadurismo. Un empeño con el sudor de todos; pero que es deseable que transcurra sin lágrimas ni sangre.

También distintos grupos de la academia, económicos y profesionales trabajan en alistar programas para dar gobernabilidad a los primero tres años de nueva gestión. Un tiempo que permita hacer bisagra entre la transición y el primer año del gobierno que se elija para un nuevo período constitucional. Está claro para todos que no hay lugar ni para la antipolítica ni para las exclusiones de quienes hayan dado su apoyo al actual gobierno sin cometer delitos de corrupción, narcotráfico o vulneración de los derechos humanos.

Estamos ante la oportunidad crucial de asumir el diálogo también como negociación sobre las características de la transición para que sea resolutiva, democrática y sobre los criterios para formar un nuevo Gobierno de Integración Nacional cuya pluralidad puede alcanzar hasta la participación de representantes de sectores e instituciones que han servido de base de apoyo al actual régimen.

Si existe una auténtica comprensión sobre la gravedad, profundidad y extensión de las crisis que están destruyendo a Venezuela, no hay que esperar a que se incendie la pradera. Las fuerzas que dentro del oficialismo llaman a abrirle paso a la realización constitucional del referendo saben que bloquearlo ya no le sirve ni a Maduro, ni a ellos ni al país. Y eso, ya es algo pensando en el futuro.

@garciasim

http://www.notitarde.com/

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