Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 7 de febrero de 2016

Venezuela: el no lugar - ALONSO MOLEIRO


Rasgo por demás distintivo esta crisis de gobernabilidad completamente generalizada que vive el país: la autoridad de Nicolás Maduro ante la gente, el valor de su palabra, conocen un desgaste monumental en esta particular coyuntura cercana al carnaval de 2016. Ni siquiera en las crisis de los 80 años la institución de la Presidencia podría estar tan cuestionada como ahora.

Con toda seguridad, las encuestas se encargarán de recogerlo cuando terminen sus trabajos de campo. Venezuela es un avión sin piloto; un país sin conducción.

Por "autoridad" podríamos comprender, entre otras, la valoración que pueda tener la población en torno a la comprensión de esta crisis por parte de un Presidente; a los recursos personales que puede objetivamente tener para aspirar a resolverla. Su capacidad de convocatoria, su hoja de servicios.

Un dirigente con una interpretación cabal del entorno social, político y económico que nos disponemos a cursar no sólo no se habría permitido estos niveles de deterioro, sino que tendría que estar ofreciendo la claridad necesaria en el diagnóstico y los procedimientos para orientar una auténtica rectificación.

Ha anunciado Maduro, usando las mismas consignas y los mismos vocablos, unos tres o cuatro programas de relanzamiento económico y productivo. Tres o cuatro, en tres años.

Puede que no disponga la historia nacional, salvo algunas excepciones aisladas en el siglo XIX, de un ejemplo similar al de Nicolás Maduro. No es frecuente observar, de lejos o de cerca, gestiones tan increíblemente ineficientes. Ahora que llevamos con él cierto camino recorrido, podamos afirmar que es un presidente que, como pocos, sale completamente aplazado en casi todos los aspectos de la gestión de gobierno.

Cualquier juicio, por crítico que haya sido, que haya pendido sobre lo hecho por algunos de nuestros expresidentes, queda pálido ante lo que ha venido resultando Nicolás Maduro.

Ninguno ha dañado el patrimonio de la nación en magnitudes tan alarmantes. Ninguno ha empobrecido al país a una velocidad tan brusca.

Inflación, crecimiento económico, abastecimiento, equilibrio sobre la propiedad, inversiones productivas, violencia urbana, descomposición social: todo lo que a cada uno de estos problemas ha prescrito Maduro como soluciones ha devenido en una situaciones catastróficas, ingobernables. Venezuela en sus manos se volvió un infierno. Zonas de paz, circuitos comunales, compras estatales, plan de la patria. No se ha registrado un solo caso en el cual el remedio que ha ensayado Maduro no haya terminado siendo peor que la enfermedad.

Serán de Nicolás Maduro años con récords históricos para el país en inflación, desabastecimiento, violencia y contracción económica.

Serán suyos algunos picos inocultables en materia de represión y violaciones a los derechos humanos. Ha sido demasiado. Sus años se parecen demasiado a los años de la decadencia.

Hasta los chavistas parecen estarse cansando definitivamente de él.

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