Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

sábado, 29 de agosto de 2015

Xenofobia y voto binacional - IBSEN MARTÍNEZ

Policías de Colombia y Venezuela en la frontera. / REUTERS
Acusar a Colombia de causar la escasez y promover la violencia es cinismo puro y duro
Santos y Maduro llaman a consultas a los embajadores por la crisis fronteriza.

Recuerdo nítidamente a los primeros colombianos que vi alguna vez: eran unos infortunados cirqueros costeños, varados en un baldío de Prado de María, mi barrio natal en Caracas. Corría enero de 1958, una cruel dictadura militar acababa de ser derrocada y una crisis económica paralizaba el país.

Nadie acudía a las funciones del circo. A los niños no nos dejaban acercarnos pues por entonces decir “colombiano” era nombrar un pícaro, un carterista, un proxeneta marihuanero. Los estigmatizados cirqueros no tenían ni para la gasolina y se decía que mataban perros realengos para echárselos a unos leones tan flacos que parecían gente mal disfrazada de leones flacos. Tocaban música de Alex Tovar y de Pacho Galán.

Hoy viven en Venezuela millones, repito, millones de colombianos, muchos de ellos gozando de doble nacionalidad

Un día, al volver de la escuela elemental donde era maestra, mi mamá se horrorizó de ver que los cirqueros se disponían a matar y beneficiar un caballo. Mi vieja se adentró en el baldío y disuadió a aquellos infelices de manducarse al rocín. Inmediatamente fue convocada una reunión de padres y maestros y entre todos se organizaron cuatro o cinco funciones a beneficio del circo, en ( ¡lo que son las cosas! ) los predios del Grupo Escolar Gran Colombia.

Fue así como los cirqueros dejaron de ser monstruos, los conocimos de cerca, celebramos sus maromas, cargaron nafta, levantaron campamento y la caravana cogió camino mientras todos nos decíamos adiós. Yo no podía saberlo, pero ya hacía años que decenas de miles de colombianos, desplazados del Magdalena Medio por la violencia desatada en el país vecino durante los años 50, confraternizaban con los venezolanos "de abajo". Hoy viven en Venezuela millones, repito, millones de colombianos, muchos de ellos gozando de doble nacionalidad. Quizá por eso el país que más fácilmente confundo con el mío es Colombia, donde vivo.

En los años cincuenta en Venezuela decir “colombiano” era nombrar un pícaro, un carterista, un proxeneta marihuanero

Sin embargo, y desde siempre, el bipartidismo criollo, barrido hace más de tres lustros por Chávez, junto con algún grupo editorial, solían tornarse rabiosamente xenófobos, usando cada tanto a Colombia como espantajo con que avivar pasiones patrioteras en temporada electoral. Felizmente, casi nadie hacía caso. Se sabe del zumbón pacto hecho entre el escritor venezolano Miguel Otero Silva y el colombiano Gabriel García Márquez para el caso de estallar una guerra: el venezolano gritaría "¡viva Colombia!" en la Plaza Bolívar de Caracas y lo propio haría Gabo en la de Bogotá.

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