La campaña / SIMÓN GARCÍA

La elección de octubre tiene varios elementos que le comunican un carácter extraordinario. Uno de ellos es que se votara por un presidente y para escoger entre sistemas de país opuestos. Otro es que los dos competidores significan algo más que sus cualidades y desempeños personales. Es evidente que junto con Chávez se mueve, simbólica y realmente, la poderosa maquinaria del Estado y que a Capriles deberían acompañarlo ­y llegará un momento en el que se hará evidente­ todas las fuerzas que resisten social y políticamente el plan de imposición autocrática del modelo cubano.

Ante los repetidos empujones de exclusión y descalificación por parte del núcleo agresivo en el poder, alguna carga de polarización se instalará aun si las fuerzas alternativas optan por no confrontar en los temas que convienen al gobierno.

Capriles necesita mucha inteligencia y mucha amplitud para superar la colosal embestida que se le vendrá en contra con todos los recursos, ataques y provocaciones inimaginables.

No es que el candidato continuista sea invencible, porque en varias oportunidades se ha demostrado que no lo es, sino que usa el muy elemental y eficaz sentimiento de odio colectivo y una cultura que legitima la violencia y la mentira.

En la última medición efectiva esa contraposición produjo un resultado que dejó en minoría al oficialismo. También la reciente movilización de las primarias indicó la existencia de una latente propensión al cambio. Capriles compite en unas condiciones mucho más favorables que las que rodearon la candidatura de Rosales.

El país urbano ya no digiere la utopía del atraso. Pero, una parte de él pareciera que se puso en off.

Si se verifica que está creciendo el sector despolarizado sería una novedad de esta campaña, que pudiera indicar que un electorado que ya decidió no otorgarle los 20 años de mandato al presidente que ya conocen, aún no está emocionalmente comprometido con el retador. Examinar esa posibilidad puede llevar a pensar sobre cuáles incentivos y motivaciones aún hay que poner para atraer todo lo que Capriles necesita para ganar y el país para cambiar.

De cuatro encuestadoras confiables, dos hablan de empate técnico y dos discrepan en el rango de ventaja que le otorgan al candidato continuista.

Es decir, hay motivos de preocupación y revisión para las dos aceras. Pero en la carpa roja hay alarma: la polarización política está declinando abajo, el descontento rueda libremente en el PSUV, el manejo de la enfermedad presidencial puede revertirse y se nota menos pasión y más dudas en un buen sector de sus seguidores.

La desconcertada cúpula roja sabe que no tiene para dónde crecer y que una parte de su electorado cautivo en las misiones está reacia, por motivos que hay que desentrañar, a meterle el hombro a quienes, después que cumplieron a pocos, ahora abren las ofertas sociales y una lluvia de real que durará hasta octubre. Repite lo que conoce: acusar de golpista a una oposición que no va a separarse un milímetro de su estrategia electoral.

Los recurrentes ataques a Capriles por parte del oficialismo muestran la desesperación con la que pretenden evitar que se forme una sinergia entre la propuesta de progreso y la masa popular que ha sostenido al Presidente. Cuando eso comience a ocurrir, una vez que rinda fruto la gigantesca visita de hogares en la que se ha concentrado el candidato unitario, la campaña tomará otro vuelo y se acentuará su diversificación.

Hay que tener confianza en un candidato que nunca ha perdido una elección. Hay que convertir la campaña en un evento de los partidos y de los independientes, en un acto de los ciudadanos, en una actividad que la gente pueda tomar en sus manos. simongar48@gmail.com / @garciasim

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