Al comienzo de la adolescencia tuvimos que mudarnos a la orilla del lago, en aquel antiguo hato de las tias ,con amplios playas bordeadas por cocoteros y orillas, de donde colgaban frondosos arboles de uva de playa. Para los tres hermanos, todo era nuevo , comenzando con que desconocíamos lo mas importante para sobrevivir. NADAR, luego muchas horas de tirar brazadas y chapoteos, logramos hacerlo.
Posiblemente , la primera lección recibida fue , que debíamos aprender a hacer las cosas por nosotros mismos ,asi, observamos como Zulia , entrado en años , con el sudor corriendo por todos su frente y cuerpo, sin camisa y hacha en manos, construía a solas la canoa de madera que al final fue llamada " la cachetona " , el hacha corta daba forma a la quilla , pedazo de madera que comenzaba en la proa y terminaba en la popa y al final, las tabla que las cubrían eran unidas por el calafateo con estopas y breas untadas que se introducian a punta de una madera y un mazo del mismo material, la terminologia utilizada anteriormente, era desconocida para nosotros , por lo que debíamos repetir los términos a cada momento para no olvidarlos . Aprender a pescar fuer una nueva e inolvidable lección necesaria de hacer para capturar aquel alimento que se desplazaba en forma de pez y camaron para la comida diaria , la Tia mayor nos enseño la forma fácil de hacerlo, un currican atado a un palo que terminaba en un gancho doblado llamado anzuelo que tenia una sardina ( abundante en el lugar) y una piedra como plomada , lanzado al amanecer, al poco rato era templado mar adentro mientas ella , corria hasta que lo sacaba de la orilla, algunas veces, la ensarta era de bagres cabezones o rayados con largos bigotes.
Dia a dia aprendíamos a madurar y entender que la vida no es tan fácil como cuando son los padres los que cubren nuestras necesidades, tomar un transporte para marcharnos a la escuela, fue una de las cosas mas dificiles de aceptar , solos, subíamos en aquellos buses, en silencio, mirando hacia el suelo de madera como para no molestar a los otros pasajeros, que a partir de los próximos viajes se convirtieron en nuestros compañeros de viaje, algunas veces, desde la orilla veíamos, alla afuera donde la vista se pierde, el paso del largo barco petrolero o las canoas que partian a la faena aprendimos los peligros del lago y tuvimos que respetarlos , que existen corrientes que arrastran lo que consiguen en su paso , y bajitos seguidos de pozones donde las corrientes arrastran al que se atreve a pasarlas, que el viento soplaba algunas veces de norte a sur y otras en sentido contrario, lo cual era aprovechado para poner la pequeña lona que hacia de vela o pescar al arrastre , que las mareas bajaban y subían, que las mejores horas de pescar eran la noche o el amanecer , cuando el agua aun no había calentado por efecto del sol y que el pescado sacado en luna llena, de no tenerlo dentro del agua ,se ponía "manio". Subir una mata de coco fue una lección que no aprendimos , a pesar que Victor de la misma edad trepaba aquellos troncos con facilidad y algunas veces bajaba mas rápido cuando tropezaba con un avispero entre las palmas , entendimos que debíamos respetar la naturaleza , al querer golpear dos avejones negros esto se lanzaron en picada como dos guerreros sobre mi pierna dejando sus aguijones clavados , después de soportar el dolor, caer en el catre con fiebres elevadas , entendimos , que debemos ser cuidadoso en el trabajo cuando al querer atrapar un bagre largo y con afiladas, pues este salto y se clavo en la mano del hermano , atravesandola , que era necesario escuchar las lecciones de los mayores ¡cuidado¡ decían, cuando entren en la playa arrastren los pies en la arena y no a saltos, la raya que sintió el peso de mi pie, movio su cola como un latigo y clavo su larga afilada y venenosa pua en mi dedo gordo , después de soportar aquellos rayos que recorrían la pierna hasta llegar a los testiculos, mordiendo un pedazo de tela para no gritar, camine por meses , con un zapato y una chancla, lección dolorosa . La fuerza de la naturaleza se hacia presente cuando era necesario, la altura de las olas en pleno chubasco y el estruendo de aquel chorro de agua que en forma de espiral se levantaba de estas para perderse en las alturas que corria velozmente en dirección a la tierra , con las mujeres rodilla en suelo y con los rosarios en la mano rogando " señor, que la manguera no salga de las agua", nomas tocar arena, se devolvió pero en su regreso saco altas matas de coco de raiz cuyos sonidos acompañaban a los truenos y relámpago. El silbar de los turpiales, y gonzalicos acompañados por el curucucu de las palomitas y el aleteo del sancalargo anunciaba la llegada del dia, junto con los gallos y las chiritas, dificil de ver por su tamaño, algunas veces se acercaban a tomar agua en las orillas mientras miraban arriba, porque que la tijereta podía desviar su objetivo o los buchones pelar el cardumen. Vivir a las orillas del lago de Maracaibo era una lección que permanecia hasta el fin de los fines.
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