"Que entre sorteos de lotería, carreras de caballos y casinos te veas" parece ser la maldición gitana que cayo sobre los venezolanos en el siglo XXI.
Los que juegan loterías o loteros, sufren a distancia, compran el numero, marchan a esperar los resultados, cada hora transcurrida aumenta la angustia, al llegar el sorteo entran en pánico, llaman por teléfono o corren en tropel para conocer el numero ganador, de ser positivo, ríen y hasta comparten parte de la ganancia, por cabala, caso contrario, callan su frustración, esperando en silencio el próximo sorteo.
Los hípicos, sufren en grupo de manera presencial, combinan el juego con la conversación, a la hora de la partida callan al unísono, como si se tratara de un minuto de silenció, mientras la fusta imaginaria golpea el lomo del caballo, al cruzar la meta, los menos festejan el triunfo, los mas culpan al datero por la perdida.
El del Casino, es el mas trágico de los jugadores, tienen que enfrentarse a una maquina, programada por especialistas. Es una lucha cara a cara contra la tecnología. Los que buscan tranquilidad fuera del entorno y gastan lo mínimo, son los menos sufridos, igual que los depositados por familiares o amigos. Los que asisten, con la intención de mejorar condiciones económicas son los grandes perdedores, a medida que recorren maquinas y vacían los bolsillos la desesperación aumenta hasta quedar desbancados, al momento de la partida juran no regresar, la auto culpabilidad los acompañan hasta el día siguiente, cuando cruzan nuevamente las puertas del local con la frente alta, mostrando la mejor sonrisa.
Los Loteros, Hípicos y Casineros parecen tener un código común, resaltar ganancias y ocultar perdidas.
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