La igualdad, la fraternidad, el desprendimiento para ayudar a los más necesitados, entre otros valores, son las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo.
Al escuchar estas palabras nadie es capaz de ir en contra de ellas.
Pero debemos recordar que ellas no son nada si no se acompañan con la acción, y esta acción es la que se transforma en ejemplo, y nos da fe de vida.
Sin el ejemplo, son palabras vacías para el engorde de un discurso manipulador y maniqueo.
El socialismo al igual que el cristianismo divulgan estas palabras, pero algunos socialistas que las predican olvidan dar el ejemplo, y peor aún, pretenden imponer a otros una manera de pensar y de actuar, que no practican.
Olvidando otra de las grandes enseñanzas de nuestro Maestro, el libre albedrío. El mismo por el cual Jesús soportó todas las infamias y castigos que le fueron impuestos en su época por quienes quisieron acallar sus enseñanzas.
Este libre albedrío en la actualidad lo podemos transpolar al concepto de libertad como derecho humano. La libertad de acción que cada uno de nosotros tiene en la sociedad donde se desenvuelve.
Cierto es que esta libertad no nos puede llevar al desmedro de los otros, por ello en las sociedades modernas se crearon reglas y normas, y estas al ser aplicadas tratan de corregir las desviaciones que de allí surjan.
Podemos llegar a coincidir en que socialismo es el estudio, la investigación y la aplicación de leyes y medios susceptibles de mejorar la situación material, intelectual y moral de la humanidad. En esas condiciones son innumerables las acepciones del concepto socialismo.
Muchos son los sistemas políticos que podemos definir como socialistas, encontrando los que van desde el socialismo cristiano hasta el socialismo real o comunismo. Ya que todo hombre que se preocupe por mejorar la situación de su semejante puede decirse socialista, y claro está, lo mismo ocurre con los diferentes gobiernos que aplican cualquier tipo de medida que ayude a superar la pobreza.
El socialismo llevado a la práctica, en la mayoría de los casos, pasa a ser excluyente y atenta contra la
libertad, y esta exclusión se manifiesta de la manera más perversa. Siendo esta la obligatoriedad de pensar y actuar de una forma establecida por unos pocos que creen poseer la verdad absoluta y pretenden imponerla por la fuerza, justificando sus actos en nombre de los más desposeídos.
Luego de años de discursos y llamados a la fraternidad, solidaridad, y a la igualdad para vencer la pobreza, muy poco se ha hecho.
La igualdad mal entendida nos lleva a la injusticia, siendo que cada uno de nosotros tiene derecho a una situación relativa de acuerdo con sus aptitudes y a sus cualidades morales, lo cual se consigue mediante
el libre desenvolvimiento o libre albedrío. Hablar de socialismo sin inclusión nos lleva al despotismo, y este no coincide en lo más mínimo con el cristianismo.
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