Durante once años hemos padecidouna dominación autoritaria victoriosa. Un enorme y entusiasta respaldo, le permitió cavar paulatinamente sus cimientos. Pero a la hora de fraguar el control absoluto del Estado sobre los ciudadanos, chocó contra las reservas democráticas de la sociedad. La reacción de los de "arriba" pudieron manejarla como acción "enemiga".
Pero también respondieron sectores sensibles al tema de las libertades, hasta que la protesta pisó territorios populares. Falcón develó los rechazos dentro de su propia fortaleza.
Lo que lucía inexpugnable, experimenta deslizamientos en sus bases de apoyo y una pérdida de credibilidad. Sus mecanismos autocráticos no producen todos los resultados necesarios para sostener la hegemonía.
Es probable que la proximidad de un decisivo proceso electoral obligue a combinar el empeño principal de imponer el modelo cubano con aparentes concesiones y aperturas ficticias. Su oportunismo apelará a momentáneos gestos atrapavotos.
Por segunda vez el oficialismo ve configurarse la posibilidad de una derrota democrática. Carabobo puede ser un ejemplo para retratar el lado numérico de esta posibilidad. Si tomamos por buenas las cifras oficiales sobre las primarias del PSUV, dejando de lado que los inscritos superen su votación pasada a la Gobernación, encontramos que el 58% de quienes constituyen su columna vertebral no quiso participar, pese a las amenazas formuladas públicamente por el alcalde de Valencia contra quienes dejaran de asistir.
Otra estaca numérica es que 107.000 participantes, el 60%, votaron por candidatos que no ganaron. Esa mayoría no pudo expresarse ni en un solo candidato triunfante. Los candidatos ganadores en vez de legitimidad obtuvieron un vacío de reEn el circuito 5, donde se concentra la más numerosa franja popular de electores, los tres candidatos principales fueron electos con 11%, 4,8% y 4,5% de los votos emitidos, lo cual pareciera estar más cerca de un rechazo contundente que de una elección.
Pero la falla mayor es que estos candidatos oficialistas no tienen nada bueno que ofrecer. Las políticas gubernamentales están revelando a miles de antiguos seguidores que con las promesas de revolución fueron víctimas de una oferta engañosa. Puerto Cabello está en disputa.
Las desilusiones y resentimientos están cambiando de destinatarios. Los reclamos apuntan el gobierno nacional, cuyas irresponsabilidades y vicios lo han transformado en obstáculo para sí mismo. ¿Terminará el gobierno por infligirle una derrota al PSUV?
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